martes, 28 de agosto de 2007

La Masonería en Latinoamérica

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Por: Mario Morales Charris 33º
Ven:. Maest:. Resp:. Log:. Lealtad No. 7
Ex Gran Maestro de la Muy Resp:. Gr:. Log:. del Norte de Colombia

Pres:. Gran Consejo de Cab:. Kadosch «Lealtad Nº 3», Cám:. 30°


Al hablar sobre el tema de la Masonería Latinoamericana, debemos en primer lugar fijar un punto de partida, y luego procederemos a analizar los procesos históricos, políticos, económicos y sociales de la región con el fin de reflexionar sobre la posición que ha tenido y la que deberá asumir nuestra Institución frente a los problemas del desarrollo social. Así, pues, la historia de América Latina, la de cada uno de sus pueblos y naciones, no puede entenderse desconociendo o negando la acción Masónica en el proceso de su construcción desde finales del siglo XVIII. La simultaneidad en el tiempo histórico, las similitudes organizacionales utilizadas, los objetivos comunes de emancipación y autonomía, las vinculaciones entre muchos de sus actores principales en el escenario independentista y, no menos importantes, las decisivas movilizaciones populares, son indicios ciertos y definitivos de las ideas como fuerza que animaron el proceso.

Las tendencias Masónicas en Latinoamérica.

Por considerarlo de gran valor, en Latinoamérica al igual que en otras regiones de otros continentes, existen varias propensiones Masónicas. Por lo tanto, para analizar esas inclinaciones Masónicas hemos de examinar, aunque sea muy brevemente, los problemas confrontados en el pasado y en el presente por los países de la región, desde su emancipación como colonias, hasta hoy. Pues, la Masonería que se ha identificado siempre a través de la historia con la vida de los pueblos en que desarrolla su actividad —no permaneciendo nunca al margen de sus luchas— tiene reflejado en su propio seno aquellas contiendas y problemas en forma de tendencias progresistas o conservadoras, místicas o inhibidoras, a las que nos vamos a referir.

La totalidad de las tendencias existentes, las podemos agrupar en dos concepciones fundamentales: La metafísica y la científica.

La concepción metafísica considera que la Institución es una sociedad nacida en el espíritu creador de un iluminado, que la fundó con independencia de los problemas de la sociedad en la que surgió, y la basó en verdades absolutas independientes del tiempo y del lugar. Se origina pues esta concepción, en una filosofía idealista impregnada de espíritu religioso que hace de ella una entidad dogmática al margen de la sociedad y de sus luchas, y es por lo tanto inmutable y estática.

En cambio la concepción científica de las instituciones humanas es un hecho social, que debe ser estudiado en función de los problemas de los países donde nacen y se desarrollan, y de la influencia que recíprocamente ejercen ellas sobre la comunidad social.

La concepción científica de la Masonería exige, pues, conocer su origen, desarrollo, influencias recibidas y su proyección en la sociedad por medio de sus obras. Según este concepto, la Institución, no es inmutable ni estática, sino dinámica —como lo expresamos en la revista Plancha Masónica números 4 y 5— y en constante evolución, determinada por su historia y por el trasfondo social de los países en las diversas épocas de su desenvolvimiento.

El carácter de la historia de una sociedad, aparece luminoso e ilustrativo, cuando se muestra al lado de la comunidad en la que surge y, por el contrario, privada de significación, cuando es simple relato de hechos, sin conexión con problemas humanos. “Las Instituciones son respuestas de los grupos a las condiciones de los mismos. Las respuestas y las condiciones, son igualmente complejas y complejamente condicionadas”. (R. Mac Iver, Causación social). Así pues, conocidas las respuestas representadas por las Instituciones, el concepto científico obliga a preguntarse a qué grupos y a qué condiciones de los grupos respondieron; por ello dice el historiador M. Bloch: “La historia es más comprender que saber”. Y ningún fenómeno histórico puede ser comprendido haciendo abstracción de su momento que plantea cuestiones a las cuales responde, con una función en el pasado que nunca está completamente muerto, sino que vive en cierto modo en el presente bajo formas diferentes. La solidaridad de las edades tiene tal fuerza, que los lazos de inteligibilidad entre ellas, tienen verdaderamente doble sentido. La incomprensión del presente, nace fatalmente de la ignorancia del pasado. Pero no es quizá menos vano esforzarse por comprender el pasado, si no se sabe nada del presente (M. Bloch).

En resumen, la concepción científica de la Masonería es histórica y sociológica, y considera a la Institución sujeta a los cambios sociales y a los intereses de los grupos, que se reflejan a su ideología y en sus obras, enriqueciendo y refinando sus conceptos a lo largo del tiempo.

Las dos tendencias extremas que señalamos, han existido siempre en forma más o menos pura; pero frecuentemente en el seno de la Institución, se ha producido el fenómeno del sincretismo, dando lugar a agrupaciones masónicas con orientaciones tan entremezcladas y contrapuestas, que las ha hecho estériles como instrumentos de educación y como grupos de presión dentro de la sociedad, favoreciendo en consecuencia las situaciones existentes, es decir, la causa conservadora.

La Masonería en la colonización y emancipación de Latinoamérica.

No pretendemos dictar una cátedra sobre la historia Masónica Latinoamericana porque no somos la autoridad para ello, pero sí en forma sucinta recordar algunos aspectos verdaderos, que más adelante nos servirán de herramienta de análisis en nuestras reflexiones. Luego, nada mejor que cotejar compendiosamente la colonización Norteamericana con la de América Latina.

Memoremos que la colonización de Latinoamérica fue totalmente diferente a la Norteamericana. Pues, la colonización de América del Norte, en lo político, fue de tendencias democráticas y en lo religioso, de carácter protestante. A aquellas tierras llegaron los rebeldes perseguidos por la monarquía inglesa, gobernada por los Torys latifundistas. Cuando se hace la restauración de la monarquía después del período republicano de Cromwell, el desarrollo industrial había adquirido tal importancia, que un nuevo sector de burgueses industriales, representados por los Whigs, reclamó su puesto en la dirección de la política, y por eso la gloriosa revolución de 1688 que restauró el Trono se hizo a base de la alianza de Torys y Whigs, con la colaboración de la Iglesia Oficial Protestante. Esto obligó a emigrar a las colonias americanas a los elementos más progresistas que quedaron al margen de aquella alianza, como los inconformes, cuáqueros, anabaptistas, librepensadores y Masones que habían colaborado con Cromwell, etc., con los que las colonias comenzaron a industrializarse, naciendo en consecuencia un proletariado que contribuyó a dar a la revolución de independencia, un signo democrático y liberal.

En cambio la colonización de los pueblos supeditados a la Corona Española, fue de corte, teológica y feudal, como consecuencia de la situación imperante de la metrópoli. A estas colonias llegaron también perseguidos por la monarquía y por la inquisición, como librepensadores, erasmitas, judíos, etc., que fueron fermento de futuras revoluciones democráticas, pero que no pudieron constituirse en clase industrial, pues la Corona cuidaba celosamente de impedir el proceso de industrialización de estas tierras. Por tal motivo, tampoco pudo desarrollarse la clase proletaria, pero sí un artesanado que, con la masa de indios y esclavos explotados, constituían el pueblo. Cuando se hace la emancipación de las colonias, se había fortalecido el criollismo terrateniente, feudal y aristocrático, que deseaba para sí el disfrute de sus bienes, prescindiendo del gobierno de la metrópoli.

Por otra parte, la Iglesia Católica —tema para un próximo número de la revista Plancha Masónica— también había acaparado enormes extensiones de tierra y controlaba la situación en alianza con la burocracia española gobernante.

Para nadie es un secreto que el clero político es muy numeroso en nuestras repúblicas, que desde su establecimiento en las colonias, éstas se vieron invadidas con agentes de la Iglesia procedentes de España y adiestrados debidamente para controlar la enseñanza, empresas de toda índole y en fin, para servir de apoyo ideológico a la reacción. El Opus Dei se distingue en esta labor.

El resultado de esta situación fue que la independencia de los países Latinoamericanos deja intacta la estructura teológico-feudal de los mismos, con una economía rudimentaria basada en la agricultura, en la ganadería y el artesanado pero sin industrias. Y puesto que la libertad política en nada había mejorado la situación económica y social, al conseguir esa libertad que mantuvo momentáneamente unidos a los criollos con el pueblo explotado, al que demagógicamente se le prometieron muchas cosas, reaparecieron inmediatamente en la realidad social los mismos problemas que los pueblos Latinoamericanos habían confrontado durante la colonia, obligando a las fuerzas que combatieron juntas por la independencia a reagruparse alrededor de aquellos, representando dos frentes en constante pugna: el liberal y el conservador. El primero estaba inspirado en doctrinas importadas de Europa, y que los propios criollos, allí educados, habían llevado a América. El partido conservador, en alianza con la Iglesia Católica, pretendía dejar las cosas como estaban, es decir, perpetuar en su beneficio la estructura feudal y la explotación de los pueblos.

Paralelamente al desarrollo económico y a los acontecimientos políticos y sociales de Latinoamérica, la Masonería que se había arraigado en el continente antes de su emancipación de las metrópolis europeas, fue adaptando diversas posturas y cambiando su modo de actuar, con una ideología también cambiante, reflejo de los intereses de los elementos que la integraron en cada época, y que eran a su vez los de los grupos sociales en pugna a que antes hemos hecho referencia.

La Institución se desarrolló en las colonias inspirada en los principios de lucha libertadora y se nutría principalmente de los perseguidos en Europa por la inquisición y por las monarquías existentes en Inglaterra y España.

Así la Masonería de las colonias inglesas estaba constituida por los perseguidos de las sectas religiosas enemigas del Anglicanismo Oficial y por los restos de los republicanos de la época Cromweliana, a los que “la gloriosa revolución de 1688” hizo objeto de implacable persecución; su ideología era la de los Francmasones Operativos, nacida desde la época de Tomás Moro, muy desarrollada durante la República y mezclada con el misticismo de los puritanos, anabaptistas, etc., compañeros de exilio de los librepensadores. Con esa base, la Masonería luchó decididamente por la emancipación de la metrópoli, de las colonias inglesas y actuó en los primeros años de su liberación con arreglo a las doctrinas progresistas de Washington, Lincoln y Jefferson, que incluso se extendieron por las colonias hispánicas influenciando la Masonería de estas últimas.

Por su parte, la Masonería de las colonias dependientes de la península ibérica, se fundó igualmente por los emigrados perseguidos, como los librepensadores, judíos y Francmasones, a los que se unieron muy posteriormente los criollos que deseaban la emancipación y la libertad de sus tierras nativas frente a España y Portugal. La Francmasonería Latinoamericana, nacida con el espíritu de la primitiva Institución, sufrió bien pronto las influencias de la inglesa, de la americana, de la francesa y de la misma española.

La inglesa, monárquica, aristocrática y religiosa, se había constituido para barrer los restos de la Operativa, de la época republicana, y ser el sostén del Trono y el Altar, llegando a constituir la avanzada del imperialismo británico. Era bien acogida en los países católicos, como reacción de los liberales ante la opresión de la política papista, y porque, además, en aquella época en la que Inglaterra quería destruir el imperio español, estimulaba todo movimiento libertario de sus colonias. La americana, como ya hemos dicho, actuaba también a través de sus agentes, apoyando la lucha por la emancipación, proclamando los principios de libertad, igualdad y fraternidad.

La Masonería francesa influyó en la Latinoamericana, con un signo francamente libertario y progresista, a través de los criollos educados en París, que traían las enseñanzas y doctrinas —prohibidas en las colonias— de la revolución de 1789 y, especialmente, de los enciclopedistas. El representante más caracterizado de la Francmasonería progresista, fue el General Francisco Miranda, criollo venezolano iniciador de la independencia de las colonias, que conviviera en París con los hombres de la Enciclopedia y que había luchado después por la revolución mandando las tropas de los sans-culottes. Miranda fue el introductor en América del Rito Primitivo, por medio de la Gran Logia Americana, con raíces en Inglaterra y España, y cuyos talleres extendió por el continente, en especial por América del Sur, donde las logias Lautaro y Lautarianas lucharon eficazmente por la liberación de las colonias. Los más conocidos héroes de esa lucha emancipadora, habían sido iniciados por Miranda en Londres o en París y, muerto el Precursor, llevaron hasta donde fue posible, las doctrinas del Maestro. En México, el cura Miguel Hidalgo y Costilla; en Cuba, José Martí fue su máximo héroe y un apóstol de la Masonería; en Chile, Bernardo O’Higgins; en Argentina, José de San Martín, héroe indiscutido e ilustre Francmasón; en Colombia, Francisco de Paula Santander y Antonio Nariño, representaban igualmente, el pensamiento de los enciclopedistas.

Los diferentes grupos de la Institución a que acabamos de referirnos, actuaron unánimemente en la persecución del fin común representado por la libertad de las colonias. Pero, una vez que ésta fue alcanzada, aparecieron las luchas entre los liberales y conservadores, que antes mencionamos, escindiendo el campo de la Masonería en dos tendencias correlativas. La Liberal, la cual buscaba una independencia con un mínimo de cambios sociales y políticos —que la conservadora no admitía de ninguna manera— como la abolición de la esclavitud, mayores posibilidades de trabajo libre, y las libertades proclamadas por la revolución francesa y la misma americana. La Iglesia Católica, enemiga tradicional de la Institución que en un principio había combatido en contra de la independencia, se unió a la causa de los vencedores, aliándose como es natural, a los conservadores, cuyos intereses materiales eran los mismos. Bolívar —descendiente de vascos que se establecieron en Venezuela en el s. XVI e hijo de un rico hacendado— hizo una labor positiva en lo que respecta a la independencia, pero como no sentía los ideales avanzados, ni quería reformas profundas en la estructura política-económica-social, pertenecía al campo conservador, de ahí sus grandes diferencias con el General Santander, de inclinación liberal. Había sido iniciado en la Masonería Escocesa en sus andanzas por Europa, y ya durante la lucha por la emancipación, manifestó su desprecio por la Institución al entregar al General Francisco de Miranda a las tropas españolas, siendo este Gran Maestro de la Gran Logia Americana. Más tarde, cuando tenía en sus manos todo el poder, se alió a la Iglesia y decretó su disolución.

En todo caso —nos atrevemos a señalar— fue mérito principal de los Masones haber logrado armonizar y hacer operativos los deseos y sentimientos más profundos del pueblo con las duras pero prometedoras exigencias de la vida en libertad. No en vano, repetimos, la divisa de Libertad, Igualdad y Fraternidad, está indeleblemente grabada en el proceso de la Independencia Americana.

Más allá de las intenciones de las figuras políticas más destacadas de su tiempo, el transcurso de las décadas fue alumbrando un paisaje de expectativas democráticas y republicanas, en un marco mayor de culturas diferenciadas, enconadas luchas y desarrollos desiguales. No es casual, entonces, el curso errático que han tenido en nuestro continente los procesos del desarrollo económico, político y social, así como la vigencia del estado de derecho. No es menos cierto, también, que en los últimos años el curso de los acontecimientos nos enfrenta a situaciones de una gravedad inusitada, frente a la cual los Masones no podemos ni debemos permanecer indiferentes.

La Masonería Latinoamericana en el presente.

En una institución tradicional como la nuestra, que cambia por evolución y no en procesos violentos, el presente necesariamente condiciona el porvenir.

La Masonería Latinoamericana en la actualidad, como lo acabamos de ver, no es una ni es única. Al observar el panorama que presentan las Grandes Logias, necesariamente se concluye en que una de sus características principales es su heterogeneidad. En efecto, varios tópicos que pueden analizarse, así lo demuestran.

Cuantitativamente hay mayor número de Masones en los países más poblados, pero no hay relación proporcional entre la cantidad de Masones y el total de los habitantes del país. Brasil y México, por ejemplo, son los que pueblan sus columnas con mayor número de Masones y son, a la vez, las naciones de mayor población. Si se observa proporcionalmente, pareciera que Chile es quien tiene la más alta tasa masónica, llegando al orden de un tres por mil de su población, proporción que no alcanzan ni Brasil ni México. Otras Masonerías tienen francamente una distancia considerable entre la población total y los miembros de la Orden, caso de Argentina, donde se alcanzó a unos treinta mil Masones, pero hoy no supera la cifra de 2.500. Otras presentan una tasa mediana: Venezuela, Perú, Uruguay. Y hay algunas tasas muy ínfimas: Paraguay, Costa Rica, Panamá, Centro América en general.

Las formas de organización difieren mucho. Países cuya jurisdicción es de responsabilidad de una sola Gran Logia: en general todos los de Centro América, Venezuela, Ecuador, Perú, Paraguay, Uruguay, Argentina, Chile; y otros —de organización política federal— con varias Grandes Logias que comparten un territorio nacional, siendo soberanas en su Estado: México, Brasil y también Colombia, aún cuando no es una nación de tipo federal.

También es diversa su legislación positiva y las normas por las cuales se rigen, las formas de elección de las grandes dignidades, autoridades de Logias, etc. En la mayoría se trabaja con el Rito de York y el Escocés Antiguo y Aceptado. Un número reducido de Logias practica el Schröder y el Primitivo.

Predominan, asimismo, buenas relaciones y entendimiento entre Grandes Logias —que dirigen y administran los tres primeros grados— y Supremos Consejos, que administran y dirigen los grados 4º al 33º, con el surgimiento de esporádicos conflictos jurisdiccionales entre estas Potencias, en algunos casos aún subsistentes, que derivan en querellas fraternas, en las cuales la Masonería en general se deteriora y debilita.

En materia religiosa prevalece la tolerancia, lo que no impide reconocer que la mayoría de los Masones sean practicantes o fieles observantes de alguna religión. La excepción más significativa la constituyen las Masonerías de México, Chile, Argentina, Uruguay y Colombia, de acentuada hermandad irreligiosa y agnóstica. Todas, asimismo, han hecho la defensa del laicismo, y en forma más puntual, La Gran Logia del Norte de Colombia.

Frente a la preponderancia y penetración clerical, las Grandes Logias han reforzado su acción en contra de las fuerzas retardatorias y fanáticas del clero y, especialmente, han defendido y defienden la más absoluta libertad de conciencia dentro del sistema educacional.

En lo político, se comparte la idea de que la Francmasonería no es órgano de ningún partido ni agrupación de esa índole, se prohiben las discusiones de política partidista o de índole proselitista, pero se estimula a los HH:., que tanto individualmente como al interior de los TTall:., se estudien los tópicos de esa naturaleza y que los Masones ocupen un lugar de avanzada en el proceso evolutivo e integrador de la sociedad. Así, las Grandes Logias comparten ideas como las siguientes: oposición a todo tipo de tiranía que niegue o limite en cualquier forma la igualdad humana y la libertad individual para el ejercicio pleno de los derechos semejantes al sistema democrático; amparo efectivo al derecho a la libre emisión del pensamiento; mantenimiento cabal de la igualdad humana; reconocimiento del derecho del hombre a una subsistencia decorosa y adopción de medidas que lo hagan efectivo; respeto absoluto a la soberanía de las naciones, dentro de un régimen de solidaridad que permita la ayuda mutua para el logro de los anhelos comunes de emancipación y progreso. Estiman, además, que la democracia, como sistema de gobierno y como aspiración de perfeccionamiento cultural, es el ambiente más adecuado para el desarrollo y progreso integral de la personalidad humana y de sus más altos valores espirituales y morales. Democracia y Masonería son sistemas consubstanciales y activos del progreso espiritual y social de los pueblos, porque ambos operan como fuente de libertad de conciencia y de pensamiento, y como fermento de paz interna y exterior.

En este contexto muchos son los HH:. que han tenido y tienen destacada actuación en la política de sus naciones, ocupando la presidencia de la república, lugares en los parlamentos, ministerios, en la conducción de partidos políticos y como líderes en los movimientos que han derrocado regímenes dictatoriales.

Por último un hecho sobresaliente, y que debemos destacar, es la presencia de la mujer en los Templos Masónicos de los países Latinoamericanos. Haciéndose justicia, de esta manera, sobre la igualdad de derechos y deberes que tiene ésta con relación al varón. Lo que significa, a su vez, un gran avance por la no discriminación en materia de género.

La Masonería y los problemas socioeconómicos Latinoamericanos.

En cuanto a la actualidad social de Latinoamérica es preocupante. Por tanto, los Masones no podemos estar a espaldas de esa realidad. Un estudio de la Comisión Económica para América Latina y el Caríbe (CEPAL) en el año 2000, nos muestra un panorama desolador. Estas son algunas de las tendencias destacadas en la edición del Panorama Social de América Latina 1999-2000:

Los cambios en los mercados de trabajo durante los años 90 contribuyeron a perfilar una nueva estratificación ocupacional que no favorece la movilidad social ni tampoco una mejor distribución del ingreso. La precariedad del empleo es ahora más generalizada. Una creciente vulnerabilidad social —que tiene bases objetivas— afecta a la mayoría de la población y se refleja en las encuestas de opinión.

Alrededor de 220 millones de personas en la región viven hoy en la pobreza, cifra que se acerca al 45% de la población de América Latina y el Caribe. Unos 117 millones de ellos son niños y adolescentes menores de 20 años.

Por otro lado, entre el 40% y 60% de los adultos mayores (de 60 y más años de edad) no recibe ingresos previsionales ni laborales y debe vivir en grupos familiares extendidos. El estudio muestra los tipos de arreglos familiares que surgen de esta realidad.

La precariedad del empleo se acentuó en los años noventa. Esta tendencia se dio en el marco de un aumento de la proporción de personas ocupadas en los sectores informales o de baja productividad, que alcanzó en 1999 cerca del 50% de la fuerza de trabajo en las zonas urbanas y porcentajes aún más elevados en las zonas rurales.

La falta de empleo o su mala calidad es el vínculo más claro entre vulnerabilidad y pobreza, debido a que los ingresos del trabajo son la principal fuente para la subsistencia de los hogares en los estratos medios y bajos.

Según el estudio, la precariedad del empleo se incrementó durante la última década, junto con la proporción de personas ocupadas en los sectores informales o de baja productividad, que en 1999 alcanzó a alrededor del 50% de la fuerza de trabajo en las zonas urbanas y porcentajes aún más elevados en las zonas rurales.

La pérdida de los empleos de muchos adultos —a raíz de las reestructuraciones productivas— desvalorizó el capital humano, en la medida en que su experiencia de trabajo no encuentra cabida en ocupaciones de productividad media y alta. Esas personas desplazadas se debaten entre el desempleo abierto o la inserción en sectores de baja productividad. “Las políticas gubernamentales de capacitación y reubicación de estos trabajadores parecen no haber tenido el éxito esperado”, dice el documento.

Una clara diferenciación por estratos sociales presenta hoy la educación y la salud, componentes principales del llamado capital humano. Esto constituye un rasgo más de la vulnerabilidad de amplias capas de la población que dificulta la superación de la pobreza. La dotación y distribución del capital humano son decisivas en un ambiente de concentración tecnológica y del conocimiento en los sectores modernos de la economía y en la gran empresa, haciendo excluyente el acceso a los escasos puestos de trabajo que allí se generan, por ser éstos de alto nivel técnico y profesional.

Y si a todo lo anterior le sumamos la fuerte discriminación racial y étnica a que vienen siendo sometidos los pueblos —indígenas, afrolatinos y afrocaribeños— de la región, los cuales han padecido siglos de exclusión y la mayoría de ellos vive ahora en situación de pobreza. La población negra y mestiza alcanza a 150 millones de personas, alrededor de un 30% de la población regional, y se concentra en Brasil (50%), Colombia (20%) y Venezuela (10%). Se estima que hay entre 33 y 40 millones de indígenas, divididos en unos 400 grupos étnicos y, con excepción de Uruguay, todos los países Latinoamericanos tienen indígenas.

Estas poblaciones presentan niveles de acceso a la salud, la educación, el empleo, los ingresos, la justicia y la deliberación política muy inferiores a los de los blancos. En muchos casos, han perdido sus principales medios de subsistencia, como la tierra y los recursos naturales, y hace décadas que emigran a los centros urbanos, donde acceden a trabajos precarios, mal remunerados y de baja calidad.

Preguntamos: ¿a caso esta situación tan detrimente en la vida socioeconómica de la región, no es motivo de preocupación y reflexión de la Grandes Logias Latinoamericanas? ...¿No podría ser también tema para un próximo foro de CLIPSAS? Todo esto con la finalidad de plantear salidas que contribuyan a solucionar los problemas socioeconómicos expuestos anteriormente por la CEPAL.
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1 comentario:

Camilo dijo...

En Uruguay existen dos obediencias:
el Gran Oriente de Uruguay y La gran Logia de la Masonería del Uruguay