jueves, 30 de agosto de 2007

Los Templarios: 700 aniversario del inicio de su final.


Por: Mario Morales Charris 33º
Ven:. Maest:. Resp:. Log:. Lealtad No. 7
Ex Gran Maestro de la Muy Resp:. Gr:. Log:. del Norte de Colombia
Pres:. Gran Consejo de Cab:. Kadosch «Lealtad Nº 3», Cám:. 30°



«Non nobis, Domine, non nobis, sed Nomini tuo da gloriam»
(«No a nosotros, Señor, no a nosotros, sino a tu Nombre sea dada toda la gloria»)

Divisa de los caballeros de Cristo


La historia nos enseña que en el siglo XI se pusieron de moda las peregrinaciones a lugares sagrados, especialmente a Roma, a Santiago de Compostela y a los «Santos Lugares» donde transcurrieron la vida, pasión y muerte de Jesucristo. La más alta meta de un peregrino consistía en viajar a Jerusalén para postrarse en el santuario que albergaba el Santo Sepulcro.

Tierra Santa se encontraba bajo la posesión de los califas abbasíes de Bagdad. A pesar de que éstos profesaban la religión islámica, toleraban y favorecían las peregrinaciones cristianas a sus territorios. Pues, los visitantes les aportaban provechosos ingresos. Pero, mediado el siglo, los agresivos y exigentes jefes musulmanes se apoderaron de toda la comarca.

Rescatar Tierra Santa de los infieles y restablecer la seguridad en las rutas de peregrinación fue un pretexto. Las verdaderas causas de las cruzadas son sociales, políticas y económicas. El componente religioso fue simplemente una excusa para arrastrar a la guerra santa a un gentío de personas de toda condición social que se sintió encantada por la obra de ganar para la fe de Cristo los Santos Lugares.

El papa Urbano II convoca en Clemont, Francia, un concilio ecuménico que inició sesiones el 18 de noviembre de 1095, con la finalidad de alistar una peregrinación armada para rescatar de manos infieles los Santos Lugares; para ello, prometió remisión de todos los pecados a aquellos que se enrolaran a dicha aventura. De esta manera el ecuménico aprueba la cruzada. Con mucho entusiasmo los peregrinos cosían sobre el hombro derecho de sus capas o túnicas el distintivo de una cruz de trapo rojo. Por tal razón se les llamó «cruzados» y a las expediciones que los condujeron a Oriente, «cruzadas».

Tres años después de la partida (15 de julio de 1099) los cruzados habían logrado su objetivo principal: se habían apoderado de la ciudad sagrada de Jerusalén luego de violento asedio. La ciudad fue en parte repoblada y se transformó en capital de un reino cristiano de contextura feudal similar al francés. Con la ocupación de Jerusalén quedaba despejada la ruta habitualmente seguida por los peregrinos y penitentes que arribaban a adorar el Santo Sepulcro. Asimismo quedaba también abierto el rico camino de mercaderías.

Es interesante anotar que la pertenencia cristiana sobre los Santos Lugares fue muy efímera, debido a que la angosta área de terreno siempre estuvo asediada por una inmensidad de musulmanes discrepantes. Sin embargo, los cristianos se mantuvieron en esas tierras solamente gracias al esfuerzo de las órdenes monásticas creadas expresamente para combatir, principalmente los hospitalarios, los Templarios y los teutónicos. Por tanto, fue necesario de siete cruzadas –aunque algunos historiadores reconocen ocho– a lo largo de dos siglos, y de todas ellas la primera fue la única que triunfó, quizá porque era una utopía y una ligereza táctica y logística frente a las condiciones favorables, bajo todo punto de vista, que tenían los musulmanes.

Sin duda alguna a los cristianos no les iba a resultar fácil defender el reino de Jerusalén, ya que los sarracenos se encontraban en su propia casa y contaban con recursos humanos supuestamente inagotables. En cambio, los católicos se habían dividido en un precario aglomerado de Estados feudales, unidos tan sólo por exiguas relaciones de sumisión y separados por ambiciones personales, disputas étnicas y adversos intereses de tropa. De ningún modo dejaron de ser fuerzas invasoras de territorio enemigo.

Por otra parte el rey de Jerusalén, agobiado por cualquier cantidad de problemas de su reino, no estaba en disposición de enfrentar las actividades de policía que el entorno requería. Es así como en 1115, un misericordioso caballero francés llamado Hugo de Payens y su compañero Godofredo de Saint-Adhemar, flamenco, idearon el proyecto de constituir una orden monástica –la orden de los pobres soldados de Cristo– dedicada a la protección de los peregrinos y a la escolta de las inseguras rutas del reino, en especial la de Jaffa, donde los ladrones asaltaban a los peregrinos.

Los primeros fieles de la Orden fueron siete caballeros franceses. El grupo había jurado en 1118, ante el patriarca de Jerusalén, los votos monásticos de castidad, pobreza y obediencia. Balduino II de Burgo, conde de Edesa y rey de Jerusalén, les concedió cuarteles en las mezquitas de Koubet al-Sakhara y Koubet al-Aksa, situadas sobre el solar del antiguo Templo de Salomón. Por este motivo la orden se llamaría, con el tiempo, «Orden del Temple» y sus miembros «Templarios».

Nueve años después decidieron alcanzar el reconocimiento oficial de la Iglesia que ya les había concedido el soberano. Solicitaron a Esteban de Chartres que les redactase una norma y Hugo de Payens la entregó personalmente al entonces Papa, Honorio II. Remitida la misma al Concilio de Troyes el 14 de enero de 1128 donde fue aprobada y la Orden del Temple tuvo, desde ese entonces, carácter “oficial”.

Más tarde la incipiente Orden despertó el entusiasmo de uno de los eclesiásticos más prestigiosos de la Cristiandad, San Bernardo de Claraval, el reformador del Cister , quien llegó a manifestar que “los Templarios pueden librar los combates del Señor y pueden estar seguros de que son los soldados de Cristo...”

Tiempo después el Temple creció y fue necesario jerarquizarla por categorías y una especialización en los oficios. Los caballeros discípulos constituían una minoría escogida. El resto de la Orden estaba formada por capellanes, hermanos de oficio, sargentos de armas, artesanos, visitadores e incluso asociados temporales. A la cabeza de todos ellos estaba la máxima autoridad, el Gran Maestre, elegido por concilio general en la casa madre de Tierra Santa.

Luego en los siglos XII y XIII se presentaron persistentes luchas entre cristianos y musulmanes en Tierra Santa, lo que dio como resultado la pérdida continua de poblaciones cristianas y posesiones templarias en este lugar. La pérdida de la última fortaleza cristiana en Tierra Santa, San Juan de Acre, a manos de los musulmanes predijo el comienzo del fin de las órdenes religioso-mlitares. El Gran Maestre del Temple pasó a residir, por un tiempo, en la vecina isla de Chipre, para trasladarse más adelante a Francia.

Debemos destacar que la Orden profesaba la humildad, pero el enriquecimiento fue uno de sus objetivos desde el principio, con el cual ayudaron a la gente más necesitada; además formaron una legión de artesanos. Desarrollaron el arte gótico y construyeron más de setenta catedrales en menos de cien años; elaboraron una simbología y un código para su comunicación interna, ante la ignorante desesperación de reyes y obispos; protegieron fraternidades que al caer la Orden de los Templarios se transformaron en la semilla de la Francmasonería.

Cuando fueron expulsados de Palestina en 1291, al poco tiempo se convirtieron en los banqueros de Europa. Poseían además una multitud de granjas agrícolas y con sus cultivos alimentaron a hombres y animales de Europa; durante los casi 200 años de su existencia Europa no sufrió de hambre. Su importancia simuló extenderse. Efectivamente el Papa Inocencio II expidió una insólita bula papal por la que se les concedía a los caballeros un poder ilimitado y se les declaraba un ejército autónomo e independiente de cualquier influencia de reyes. Con estas atribuciones obtenidas, llegaron a ser los predecesores de la banca moderna, adjudicando créditos lo que incrementó su influencia.

Al mismo tiempo, la necesidad de gestionar los recursos enviados de Europa a Palestina para sostener las cruzadas facilitó el que la Orden desarrollase un eficiente sistema bancario, en el que confiaban también la nobleza y la realeza de toda Europa. La exención de pagar impuestos y diezmos en cualquier Estado del mundo, contribuyó del mismo modo a que la Orden acumulase una considerable riqueza. Sin embargo, debemos señalar que esta riqueza se debió también al buen manejo en la administración de sus bienes, a que eran expertos negociadores y obtenían buenas donaciones. Su privilegiada posición estratégica igualmente les permitió comerciar con Oriente, llegando incluso a disponer de su propia flota de barcos que les permitía transportar sus bienes y sus tropas a Tierra Santa.

A lo anterior debemos agregarle que fueron los antecesores de los «cheques viajeros» ya que sus notas ó documentos eran pagados al portador a su presentación en cualquier parte del mundo. Fueron de la misma manera los progenitores de los «valores en custodia» de toda la realeza europea. Proporcionaron conocimientos de contabilidad bancaria por la misma razón de administrar adecuadamente los dineros, metales (oro, plata y otros), bienes y servicios. Aportaron los primeros conocimientos sobre las «Cartas de Crédito» ya que eran los importadores y exportadores de la época en toda Europa y el Oriente. Fueron los primeros intermediarios financieros (préstamos y colocaciones) de la banca de la época. Por último, a ellos se les debe la divulgación de la «Letra de Cambio» que se utiliza hoy por los comerciantes y empresarios para realizar operaciones de descuentos y redescuentos en los diversos bancos del mundo.

Como consecuencia de todo lo narrado brevemente hasta aquí, corría ya el año de 1307 y en Francia reinaba Felipe IV “El Hermoso”, último rey capeto[1], conocido también como “el rey de hierro”. Hombre inteligente y astuto, ambicioso y maquiavélico, quien fortaleció a la Corona, cuya economía estaba resentida por los costos de las prolongadas cruzadas. Para recuperarla toma diversas medidas absolutistas, deshonrosas y tramposas para obtener recursos: intentó alterar la moneda, limitar los beneficios de la Iglesia, exprimir la banca lombarda, devaluar la moneda; pero sin duda alguna las que le resolvieron el problema y enriquecieron las arcas del estado fueron dos disposiciones: la expulsión y apropiación de los bienes de los judíos en 1306 y la supresión de la Orden del Temple y la apropiación de sus bienes bajo la acusación de herejía en 1307. La Corona francesa dependía económicamente de la Orden del Temple ya que las deudas contraídas con ella eran tan enormes que casi podríamos afirmar que Francia pertenecía a los Templarios. Para evitar el pago, preparó el arresto de todos los Templarios que se encontrasen en territorio francés acusándolos, como ya dijimos, de herejía y de muchos otros delitos.

La detención de los Templarios sin la autorización del pontífice, de quien depende directamente la Orden, hace protestar a Clemente V, pero el rey lo convence presentándole las confesiones obtenidas bajo tortura y consigue que el Papa promulgue la bula “Pastoralis praeminen” que decreta la detención de los Templarios en todos los territorios cristianos.

El viernes 13 de octubre de 1307 señala el inicio y la culminación de una serie de fenómenos históricos, políticos y sociales de los más sombríos de la historia de la Iglesia Católica y de Occidente en general. En el amanecer de ese día se desarrolló la mayor operación policial de la Edad Media y, posiblemente, de toda la historia. Se allanaron las casas templarias en Francia. Sorprendentemente los Templarios, hábiles guerreros y feroces luchadores, no opusieron resistencia y se rindieron de inmediato. El Rey había ganado la partida con más facilidad de la esperada. La captura en un solo día de 15.000 hermanos Templarios franceses fue un hecho, entre ellos el Gran Maestre Jacques Bernard de Molay y el Preceptor de Normandia Geoffrey de Charney. Solamente lograron escapar unos 24 hermanos, entre ellos el preceptor de Francia, Gerardo de Villiers y el preceptor de Auvernia, Imberto Blanke. Entre el 19 de octubre y el 24 de noviembre se procede a los interrogatorios y de los 138 interrogados, 36 mueren por torturas.

Presionado por el rey francés, Clemente V convoca en 1308, mediante la publicación de la bula “Regnums in coelis” el Concilio de Vienne con la finalidad de “reformar la Iglesia y recuperar Tierra Santa”, el cual se celebró entre 1311 y 1312. En febrero de este último año Felipe IV envió una embajada formada, entre otros, por Enguerrand de Marigny, Guillaume de Nogaret y Guillaume de Plaisians para entrevistarse con Clemente V. Como las dudas del Papa continuaron, finalmente el propio Felipe IV junto con sus hermanos Carlos y Louis (y con una tropa numerosa) decidieron hacer una “visita de cortesía” al Concilio de Vienne el 20 de marzo de 1312. El 22 de marzo Clemente V se dio por enterado y, después de una reunión secreta en la que la mayoría de los asistentes (que evidentemente también habían entendido la demostración de fuerza del monarca francés) decidieron que no había razones para permitir la defensa de la Orden del Temple, redactó la bula “Vox in excelso” por la que quedaba abolida la Orden Templaria pero “curiosamente” no hace la menor referencia de los delitos de la que fue acusada. Las posesiones le fueron entregadas a los Caballeros Hospitalarios u Orden de San Juan de Jerusalem y a otras órdenes militares, a través de las bulas “Ad providam” y “Considerantes”.

El 12 de mayo de 1310 fueron quemados 54 Templarios cerca del convento de Saint-Antoine en las afueras de París. Poco después condujeron a la pira otros cuatro Templarios, y unos días después subieron al cadalso nueve más, sin incluir noticias dudosas que hablan de siete ejecuciones más en París, aun así estamos hablando de un mínimo de 67 Templarios quemados. Finaliza esta masacre o vil aniquilación el 18 de marzo de 1314, al comparecer Jacques de Molay y Geoffrey de Charnay junto con Hugues de Pairaud y Geoffroi de Gonneville, ante el Concilio de París presidido por el arzobispo de Sens, Philippe de Marigny. Los cuatro acusados son condenados a cadena perpetua, pero entonces el Gran Maestre y el Preceptor de Normandía se retractaron de sus confesiones y proclamaron la inocencia del Temple. Sorprendidos, los participantes en el Concilio se retiraron a deliberar qué hacían con los acusados. Cuando Felipe IV se enteró de lo sucedido ordenó la inmediata ejecución de Jacques Bernard de Molay y de Geoffroi de Charney. La precipitación del monarca es tal que la «Isla de los Judíos» en la que fueron quemados no estaba bajo jurisdicción real porque pertenecía a los monjes de Saint-Germain-des-Près; así que en los días siguientes el rey de Francia tuvo que confirmar a éstos que la ejecución no suponía ningún cambio en la propiedad de esos terrenos.
Consideramos de gran valía puntualizar que la inmolación del Gran Maestre se relizó en la plaza pública de la Catedral de Notre Dame y en ese lugar, después de 700 años no hay una estatua o un busto que lo recuerde, tal vez porque fue una felonía cometida por el rey Felipe IV y el Papa Clemente V, sólo encontramos una simple placa conmemorativa. Ésta se halla en la parte oeste de L'Ile de la Cité, bajando las escaleras del Pont Neuf.

Por consiguiente, podemos afirmar que es la última de una cadena de desafueros en la que, como ya hemos visto, el principal actor responsable de principio a fin fue Felipe IV al que le importaba especialmente no las supuestas herejías templarias sino esconder en definitiva, una de las mayores defraudaciones de la historia. Asimismo debemos señalar en esta obra de confabulación, al oscuro personaje Guardasellos Real, uno de sus asesores jurídicos del rey, Guillermo de Nogaret, todo ante la sumisa actitud del Papa Clemente V (Bertrand de Got) ex obispo de Bordeaux impuesto en el trono de Pedro gracias a las argucias de Felipe IV que ya había depuesto a dos Papas con anterioridad, comenzando así el llamado «Cautiverio de Avignon» por el cual la Sede de la Iglesia de Roma sería por el lapso de 80 años la cuidad de Avignon. También son culpables en el juicio que se les siguió los franciscanos y dominicos.

Además del motivo económico para detener y entregar a la inquisición a los Templarios, Felipe “El Hemoso” tenía un resentimiento personal contra ellos: había solicitado su ingreso a la Orden como miembro honorario y su petición fue rechazada. Tiempo después, en junio de 1306 una multitud iracunda le había obligado a buscar refugio en el Temple de París, donde pudo comprobar las grandes riquezas de la Orden.

Como hecho curioso podemos resaltar que el Gran Maestre Jacques de Molay, un día antes de su captura (12 de octubre) fue uno de los portadores del féretro en el funeral de la cuñada del rey Felipe IV, Catherine de Courtenay, la esposa de Carlos Valois.

Con sus luces y sus sombras los Templarios estaban en el mismo corazón de Europa desde hacía doscientos años y más que en ningún otro país, en Francia, donde había sido creada la Orden. Muchas personas creyeron que la aniquilación de los Templarios era una desgracia y desde entonces pasó a considerarse el Viernes 13 como una fecha fatídica, creencia que aún persiste.

La persecución de la Orden por los monarcas europeos que codiciaban los bienes muebles e inmuebles de la Orden fue implacable, excepto en Portugal donde pudieron seguir viviendo en paz.

Los Templarios fueron acusados de muchísimos cargos divididos en 127 artículos. Entre ellos se destacan los de herejía, idolatría o sodomía. Se acusa a los Caballeros del Temple de renegar de Jesús, de asegurar que es un falso profeta, de escupir sobre la cruz, de adorar a ídolos como la cabeza barbuda llamada Baphomet, de entregarse a la homosexualidad y darse besos obscenos, de omitir intencionadamente las palabras de consagración durante la misa y de todo tipo de crímenes imaginables.

Sobre los hechos acusatorios, la gran mayoría de los Templarios aceptaron haber cometido esas faltas bajo fuertes torturas y degradaciones, otros en cambio prefirieron resistirlas y llegaron hasta la muerte declarándose inocentes de los delitos que les imputaban.

Según la gran mayoría de investigadores y especialistas en las distintas ramas del derecho, en lo penal y canónico sobre todo, coinciden en que las acusaciones y los procesos montados contra los Templarios por los juristas-consejeros del Rey de Francia, los Caballeros del Temple son completamente inocentes y los procesos son malos de pleno derecho. Pero históricamente, la humillación resistida por su adicción al dinero, al poder y a la política, los censura inexorablemente como culpables. No por haber engañado a la Iglesia ó a la Monarquía, sino por haberse traicionado a ellos mismos, a sus ideales y a sus principios. Por estos motivos, Felipe IV, hombre inteligente y calculador, aprovechó esas circunstancias, ya que ante las deudas que había contraído con ellos y la envidia por el poder que manejaban, convenció al Papa Clemente V así como a los franciscanos y dominicos que aspiraban su cuota de poder en la Iglesia para que se iniciase un proceso contra los Templarios, acusándolos de sacrilegio a la cruz, herejía, sodomía y adoración a los ídolos paganos como ya lo hemos expresado.

Las reacciones de los monarcas de las diversas provincias Templarías fueron muy distintas y en ningún caso le dieron el trato criminal que les dio Felipe IV, por el contrario, no fueron molestados en esos reinos hasta muy avanzado el proceso en Francia, nadie creía las repugnantes calumnias del rey francés.

En Inglaterra los Templarios guardaron la pena de perpetua penitencia, según el Concilio de Londres, la que cumplieron en la paz e intimidad de los claustros, no hubo la menor intimidación.

En Italia se presentó una mayor controversia, se utilizó tortura, surgieron confesiones; pero los Concilios de Rarena y Pisa acordaron entender como inocentes a los Templarios.

En Portugal los miembros de la extinta Orden del Temple el rey Dionis les acogió en una nueva Orden llamada de Cristo que mantiene su existencia en nuestros días.

En Alemania se organizó el «Sínodo de Maguncia» en el que se dictó sentencia absolutoria. Los Templarios alemanes se esparcieron por el mundo, aunque la mayoría encontraron fraternal acogida en la Orden Teutónica.

En España según las distintas zonas hay que distinguir diferentes sucesos. Jaime II de Aragón cambió de parecer al recibir cartas de Felipe IV; quiso adjudicarse las posesiones del Temple, encontrando una clara oposición por parte de los Templarios de su reino. En el Concilio de Tarragona fueron absueltos. En Castilla-León los Templarios pasaron a otras Órdenes Religiosas.

Para finalizar nuestra exposición, queremos llamar la atención sobre algunos revelaciones –ciertas o no, o mera coincidencia pero se cumplieron– que vienen circulando antes que fuera quemado vivo en la hoguera Jacques de Molay. Éste lanzó una maldición al Rey Felipe el Hermoso y al Papa Clemente V, y les predijo su muerte antes de un año. Pero además, le advirtió al rey Felipe IV que con él se acabaría la estirpe. Aclaramos de hecho, que combatimos la superstición en todas sus formas. Por tanto, no creemos en nada de esto; sólo lo consignamos porque forma parte de esta historia.

Clemente V, el papa que no supo oponerse a los deseos reales franceses, murió un mes después que Molay. Ocho meses después moría Felipe IV como consecuencia de la caída de un caballo. El canciller francés, Nogaret, que instruyó y auspició el proceso, tuvo similar fin. Enguerand de Marigny, el siniestro ministro de finanzas del rey, murió ahorcado al año siguiente. Guillamme de Plaisians murió también al poco tiempo, sin haber alcanzado la riqueza y los honores que pensaban. Esquieu de Froyran que inició en la corte aragonesa la cadena de mentiras que sirvió de base al proceso, cayó apuñalado. Todos los actores de la desventura Templaria perecieron pronto y de forma poco habitual, cerrándose así el telón de la Gran Orden de los Caballeros de Cristo, como si el grito de Molay pidiendo venganza hubiera sido escuchado en lo más profundo del Cosmos…!

Felipe IV “El Hermoso” al morir en 1314 tenía tres hijos varones que murieron los unos después de los otros tras haber ocupado el trono como Luís X (1314-1316), Felipe V (1316-1322) y Carlos IV (1322-1328), sin dejar descendencia; motivo por el que recibieron la denominación de “Reyes malditos

La nobleza francesa tras la muerte de Carlos IV en 1328 escogió los descendientes más directos de la Corona francesa. Les correspondió a los nietos que Felipe IV tenía por vía femenina. Por parte de su mujer Juana de Navarra tenía derecho al trono el hijo de ésta, Carlos de Evreux, y por parte de su hija Isabel de Francia, su hijo Eduardo III de Inglaterra. A pesar de ello, los juristas franceses optaron por aplicar una vieja ley germánica (la Ley de los Francos Salios “ley Sálica”) en virtud de la cual quienes descendían del monarca reinante por vía femenina quedaban excluidos de la sucesión al trono. De este modo se excluyó tanto a la Casa de Evreux como a la de Inglaterra y la nobleza francesa escogió como monarca a Felipe de Valois, hijo de un hermano de Felipe IV, quien subió al trono francés como Felipe VI (1328-1350). La dinastía de los Valois reinaría en Francia hasta 1589 y sería sustituida por la de los Borbones a partir de Enrique IV.

A manera de conclusión podemos decir que aquella Orden de Caballería, colmada de héroes y de mártires, creadora de riqueza no sólo material sino también espiritual, de paz, de trabajo, de estabilidad, se vio enrollada en una tempestad de codicia y de maldad, víctima también de sus propios errores, a veces de su propia soberbia; no mereció el final que tuvo. Víctima de la ambición criminal de un rey corrupto y de un Papa deshonesto, la Orden del Temple nos deja a pesar de todo un legado de armonía, de fortaleza y de conocimiento, imposible de desatender por los hombres de cualquier época. Por ello, es una base de la Masonería actual.

Que por siempre la Paz sea con ellos, por lo que fueron y por lo que pudieron llegar a ser…!
__________________
[1] Apodo de Hugo, primer rey francés de la tercera dinastía, y que se extendió luego a todos los reyes de la misma (987 – 1848). Hugo Capeto (987-996) era hijo de Hugo “El Grande” (+956), quien en el 923 había destronado a Carlos “El Simple”, último monarca de la dinastía carolingia.

Referencias bibliográficas

  • Abrines, Lorenzo Frau. DICCIONARIO ENCICLOPÉDICO DE LA MASONERÍA. Editorial del Valle de México, S. A. Tomo III. México. 18 de septiembre de 1981.
  • Baigent, Michael y Leigh Richard. MASONES Y TEMPLARIOS –sus vínculos ocultos–. Ediciones Martínez Roca, S. A. Madrid, España. Abril de 2005.
  • Beck, Ralph T. LA MASONERÍA y otras sociedades secretas. Editorial Planeta. Bogotá, Colombia. Agosto de 2004.
  • Blashke, Jorge y Río, Santiago. LA VERDADERA HISTORIA DE LOS MASONES. Editorial Planeta, S. A. Primera edición. Barcelona, España. Enero de 2006.
  • Mackey, Albert Gallatin. ENCICLOPEDIA DE LA FRANCMASONERÍA. Editorial Grijalbo, S. A. Tomo IV. México. Marzo de 1984.
  • Solano Bárcenas, Orlando. LA LOGIA UNIVERSAL. Ediciones Universidad INCCA. Bogotá. Mayo

miércoles, 29 de agosto de 2007

Los Templarios y su relación con la Masonería



Por: Mario Morales Charris 33º
Ven:. Maest:. Resp:. Log:. Lealtad No. 7
Ex Gran Maestro de la Muy Resp:. Gr:. Log:. del Norte de Colombia
Pres:. Gran Consejo de Cab:. Kadosch «Lealtad Nº 3», Cám:. 30°


En estos dos últimos siglos es mucho lo que se ha dicho sobre la relación existente entre los Caballeros Templarios y la Masonería. Tanto es así que algunos autores han tratado de mitificar, no sabemos con que intención, a ciertos actores que participaron en el escenario del Temple y en numerosos pasajes históricos, cayendo en especulaciones de difícil credibilidad.

Ahora, bien, no es que el mito sea malo como herramienta para sustentar o analizar un hecho histórico, pues se infiere y se ha demostrado que toda la historia escrita, es básicamente, una forma de mito. El problema está esencialmente en que en cualquier relato histórico se seleccionan ciertos elementos y se excluyen otros, encaminados de acuerdo a las necesidades, aspectos y trascendencias del tiempo en que fue creado y no a la época a que se refiere. En estas condiciones podemos afirmar que es equivocado; por consiguiente, falsifica forzosamente lo que realmente sucedió. No se piense, además, que queremos dictar una cátedra sobre la teoría y filosofía de la historia, pues no somos la autoridad para ello, de pronto es una necedad la nuestra. Pero esa no es la discusión, sólo para llamar un poco la atención si verdaderamente los Templarios tuvieron alguna relación con la Masonería, a pesar de que se han gastado ríos de tinta sobre esta temática. Sin embargo, todavía mucha gente, incluso Masones, se preguntan: ¿De dónde proviene la Masonería? ¿Quiénes fueron los Templarios? ¿Tienen algo que ver los Templarios con las Cruzadas? ¿Los Templarios fueron los fundadores de la Masonería? ¿La Masonería actual conserva símbolos Templarios? ¿Esta Masonería tiene grados dedicados a los Caballeros Templarios y/o los Cruzados? Y nos podemos hacer todos los interrogantes que sean necesarios alrededor de este asunto. Para darles respuestas a los mismos es preciso remitirnos a los orígenes de la Masonería y luego examinaremos de manera sucinta algunas variables históricas que hemos considerado de cierta relevancia para lograr el objetivo que nos hemos propuesto en este ensayo, como es el de demostrar la relación existente entre los Caballeros Templarios y la Francmasonería.

El tema sobre el origen de la Masonería, ha dado también mucho que hablar; se ha especulado con algunas leyendas que carecen de soporte histórico, Masónico y científico. Todo esto es posible porque desde sus comienzos la tradición oral en la Masonería ha servido como herramienta defensora de sus enemigos; por tal motivo los antiguos Masones procuraban no dejar escrito los asuntos propios de la Institución para evitar ser perseguidos y muchas veces asesinados. Como lo expresamos en el libro Antiguos Documentos de la Masonería[1], la tradición oral es muy importante en la Masonería, hasta el punto que todos los documentos escritos, y sobre todo los rituales, impresos o manuscritos, tan sólo pueden ser considerados como «ayuda-memoria». Sin embargo, la evolución del mundo en que la Orden Masónica está obligada a vivir ha llegado a tal extremo que las facultades de memorización de la generalidad de los Masones han ido poco a poco declinando, haciéndose necesario recurrir a esos «ayuda-memoria». De todos modos los citaremos con la finalidad de reflexionar y así despejaremos muchas dudas al respecto.

Pues bien, en numerosas oportunidades hemos escuchado teorías idealistas, fantásticas y tan absurdas que provocan la sonrisa de quienes las escuchan porque han investigado sobre la temática: “que nuestro origen se remonta en los precisos instantes de la creación”, o “que nuestra Luz invadió los paradisíacos lugares cuando un hombre llamado Adán irrumpió de la nada en el tiempo”. También sugieren “que Dios, el Gran Arquitecto del Universo, fundó la Francmasonería, y que ésta tuvo por patrones a Adán, los patriarcas, los reyes y filósofos de antaño”, y los más osados Incluyen a Jesucristo en la lista como Gran Maestro de la Iglesia Cristiana. Todo esto sin ningún fundamento histórico o protohistórico. Igualmente pretenden sustentar las anteriores aseveraciones, asignándole a la Masonería la construcción del Arca de Noé, la Torre de Babel, las Pirámides de Egipto, el Templo de Salomón, etc. Autores posteriores encuentran el origen de la Masonería en los misterios egipcios, Dionisiacos, de Eleusis, Mitra, y Druídico; en sectas y escuelas tales como las de los Pitagóricos, Esenios, Caldeos, las del Zoroastrismo, y las del Agnosticismo; en las sociedades Evangélicas que precedieron la Reforma; en las órdenes de caballería (Hospitalarios o Templarios); entre los alquimistas, Rosacruces, y Cabalistas; en sociedades secretas chinas y árabes. Se afirma además que Pitágoras fundó la institución Druídica y por lo tanto que la Masonería probablemente existía en Inglaterra 500 años antes de nuestra era.

Un grupo importante de historiadores, especialistas en esta materia, consideran sus inicios en el sufismo, escuela mística y virtuosa del islamismo nacida en Persia (s. VIII de nuestra era) como resultado de la unión de las doctrinas islámicas con las religiones de la India, en especial el budismo, y a la cual se le incorporaron elementos cristianos y neoplatónicos. Otra corriente muy respetable cree que los Templarios son el enlace entre la Masonería, el templo de Salomón y el sufismo. Del mismo modo hay quienes, sin despreciar estas teorías, piensan que el nacimiento de la Masonería lo encontramos en los gremios constructores de catedrales y la fuerte preponderancia que tuvieron éstos de un equipo de sabios, pertenecientes, en ciertos casos, a la Royal Society de Londres. Otros ensayistas Masónicos, los más ortodoxos, afirman que la verdadera Masonería arranca en el s. XVIII, cuando ésta deja de ser operativa y se convierte en especulativa.

Estudiosos como Lacarrière, Leroy y Festugière[2] afirman que los comienzos de la Masonería los encontramos en la secta de los sabeos que daban culto a los astros, principalmente al sol y la luna. De acuerdo a ellos, en este linaje semítico de origen babilónico, podemos observar una sucesión de elementos que podrían ser el soporte de una posible Masonería. Por consiguiente estos supuestos fundadores de la Masonería perecen bajo la irrupción de las cruzadas. Luego su trabajo pasa a Occidente donde nacen órdenes como los Templarios, que a su vez terminarían en la Masonería. En todo caso existen numerosas pruebas arqueológicas de que los templarios que se trasladaron a Escocia sí que tomaron contacto con las primeras Logias Masónicas. Así, por ejemplo, en la capilla de los Saint Clair de Rosslyn los símbolos templarios conviven con los Masónicos. Sin embargo no podemos comprobar más allá de la hipótesis formidable cuál fue la relación exacta que los templarios formaron con la masonería. Es muy factible que se vincularan con ella de una manera natural inducida, primero, por el gozo que determinados caballeros habían mostrado ya en Oriente hacia cosmovisiones gnósticas y segundo, por el deseo de vengarse del papado y de la corona francesa que habían acabado con su Orden. En ese sentido, las muertes del Papa Clemente V y de los herederos al trono francés han sido interpretadas como asesinatos templarios aunque, indiscutiblemente, tal presunción no pasa de ser una teoría irreal.

La Orden del Temple, que incorporara tanto el factor monástico con el militar en su vocación espiritual, liderada inicialmente por el francés Hugo de Payens, el flamenco Godofredo de Saint-Adhemar y siete caballeros más, fue creada al calor de la Primera Cruzada por los años 1118 en Jerusalén con el objetivo de proteger a los peregrinos que la visitaban. Por esta razón recibió el apoyo entusiasta de san Bernardo de Claraval. Igualmente el grupo había jurado, ante el patriarca de Jerusalén, los votos monacales de castidad, pobreza y obediencia, y el rey de Jerusalén, Balduino II, les concedió cuarteles en las mezquitas de Koubet al-Sakhara y Koubet al-Aksa, situadas sobre el solar del antiguo Templo de Salomón. Por ello la Orden se llamaría, con el tiempo, «Orden del Temple» y sus miembros «Templarios».

La gran mayoría de historiadores coinciden que los nueve caballeros fundadores de la Orden, participaron unos años antes, a partir de 1095, en la Primera Cruzada a Tierra Santa. Por tanto esta Fraternidad está íntimamente ligada a las Cruzadas ya que nace como consecuencia de la primera y muere poco después de que el último proyecto de Cruzada se hiciera inviable a comienzos del siglo XIV.

Los autores Masones Christopher Knight y Robert Lomas piensan que durante el acoso a que fue sometida la Orden del Temple a partir del 13 de octubre de 1307 por Felipe IV de Francia –para apoderarse de las riquezas de ésta– con el beneplácito del Papa Clemente V, algunos de sus miembros consiguieron escapar instalándose en tierras escocesas, llevándose parte de los tesoros y manuscritos que habían encontrado bajo los establos del Templo de Salomón. Luego se trasladaron a la localidad de Rosslyn, no lejos de Edimburgo, donde esperaba otro templario, William Sinclair, nieto de Henry Sinclair, un cruzado que había visitado Tierra Santa mucho antes de que se descubrieran estas reliquias. Al parecer, William quería construir un templo cuyos cimientos fueran una copia exacta de los de Salomón, con la intención de ocultar en ellos las reliquias y manuscritos en un lugar equivalente al de procedencia. El templo de William Sinclair, construido en 1447, es la Capilla de Rosslyn y, según Marcus Allen, periodista e investigador de estos asuntos, y distribuidor en Inglaterra de la revista australiana Nexus, una parte de la capilla está cerrada actualmente al público con la excusa de estarle realizando “reformas” en el sótano. Allen cree que están buscando el escondite del Arca de la Alianza.

Por otra parte es interesante señalar, y en la que no cabe ninguna duda, es que los ejércitos de los Cruzados, conociendo de hecho que tendrían que sitiar las ciudades del Asía Menor que hallaran en su camino a Jerusalén, llevaron también todos los dispositivos humanos necesarios, competentes en el arte de la construcción de fortificaciones. Asimismo preocupados por el misticismo religioso fanático que les conducía, llevaron hombres expertos en la construcción de iglesias. Después, al regresar a Europa, trajeron consigo muchos secretos de la construcción aprendidos de los arquitectos y constructores de Oriente.

Los jefes de los Gremios de Constructores hicieron lo posible de que tales secretos no se divulgaran. En consecuencia los que ingresaban como miembros de la Fraternidad, juraban no revelar jamás los secretos del oficio que aprendían, ni tampoco las formulas y signos de reconocimiento de la Sociedad.

Cada Logia tenía sus propios reglamentos y desde luego que había muchos factores comunes en ellos. Pero José Dotzinger, quien fuera reconocido en ese entonces como Gran Maestro de la Hermandad de los Masones Libres de Alemania –constituida sólo por Maestros, Compañeros y Aprendices– organizó un congreso en 1459, en Ratisbona y allí fueron unificados todos los Estatutos que regían los destinos de los constructores.

Fuera como fuese, durante los siglos siguientes esa vinculación de algunos templarios con la Masonería se convirtió en un punto central de su historia y de su propaganda. Se insistió en que los Templarios habían formado parte de la cadena de receptores de secretos ocultos existente desde el principio de los tiempos un hecho más que dudoso y se dio nombre de «Templarias» a algunas obediencias Masónicas como la Orden de los Caballeros Templarios admitida en el seno de la Gran Logia de Inglaterra u otras órdenes Templario-Masónicas en Escocia, Irlanda y Estados Unidos. Tampoco nos debe extrañar el hecho de que tanto la Masonería como los Templarios se presentaban como enemigos declarados de la Santa Sede. La relación, por lo tanto, de los Caballeros Templarios con la Masonería escocesa del siglo XIV resulta innegable. De la misma manera se afirma que fueron estas fraternidades de constructores llegadas a Occidente las que habrían originado la Francmasonería moderna. Con ellos habrían traído el arte gótico, cuya propagación el Temple financió. Del mismo modo la tradición templaria habría incorporando además los ritos y la simbología del Temple en las primeras Logias Masónicas escocesas.

Otra situación que llama poderosamente la atención es que en Escocia –a principios del siglo XIV se hallaba en guerra con Inglaterra– las bulas pontificias de supresión de la Orden jamás fueron promulgadas, por lo que los Templarios de ese país nunca se disolvieron oficialmente. Parecen existir pruebas de que el Temple escocés se mantuvo como un cuerpo coherente durante cuatro siglos más. Incluso se dice que un nutrido contingente de templarios luchó a las órdenes de Robert Bruce en la Batalla de Bannockburn, en 1314. Precisamente es al rey Robert Bruce a quien se cita como fundador de las primeras Logias escocesas.

Es muy seguro que las tradiciones templarias perduraran en esta región. No es casual que la constitución de la Masonería especulativa en Inglaterra se deba a la dinastía escocesa de los Estuardo.

En la actualidad encontramos un templarismo vigente en los grados Masónicos, ya que entre el grado 15 y el 30 se muestran innumerables rasgos relacionados con los Caballeros Templarios y el Templo de Salomón. Así por ejemplo tenemos que los grados dieciséis y diecisiete se denominan respectivamente «Caballero de Jerusalén» y «Caballero de Oriente y Occidente»; el 27 es el grado del «Gran Comendador del Templo», que resalta la potestad suprema del Maestre sobre la orden templaria; y el grado 30, titulado «Caballero Kadosch» se refiere a la venganza del Temple hacia la corona francesa y el papado, responsables de la desaparición de la Orden.

Ya hemos expresado que al haberse refugiado algunos Caballeros Templarios franceses en Escocia, allí las Logias les brindaron hospitalidad; en agradecimiento a este hecho, iniciaron a aquellos Masones en las doctrinas secretas de su Orden y crearon un grado Masónico de la característica del Caballero Templario. De esta forma los Masones se constituyeron en sus sucesores y continuadores de sus prácticas y ritos. Luego, un Caballero Kadosch era en ese momento histórico un vengador del asesinato de Jacobo de Molay, último Gran Maestro de la Orden del Templo, quien tuvo que sufrir la encarcelación durante cinco años y medio, período en que lo sometieron a los sufrimientos e indignidades más extremos con el propósito de obtener por la fuerza la confesión del delito de su Orden. Pero fue firme y leal, y el 11 de Marzo de 1314, lo condujeron frente a la Catedral de Nuestra Señora, en París donde fue quemado públicamente. Detrás de esta treta y crueldad estaban dos oscuros personajes: Felipe IV “El Hermoso”, rey de Francia y el papa francés Bertrand de Goth, Clemente V.

En el año 1305, Felipe IV logró que la elección papal recayera en uno de sus partidarios, que se convirtiera en el papa Clemente V y al que obligó a residir en Francia. De este modo se inició la llamada 'Cautividad de Babilonia' del Papado (1309-1377) durante la cual los papas vivieron en Aviñón, sometidos al control de la monarquía francesa.

Felipe IV detuvo en 1307 al Gran Maestro, de los Caballeros Templarios, Jacques de Molay, y en el año 1312 obligó al Papa Clemente V a suprimir esta Orden religiosa y militar cuyas riquezas fueron confiscadas y muchos de sus miembros fueron quemados en la hoguera.

Por fortuna la prudencia y el buen sentido hicieron que este grado se fuera modificando substancialmente y a partir de 1797, el Caballero Kadosch interpreta esta leyenda de manera simbólica y con un carácter eminentemente filosófico, no es el terrible vengador de las víctimas de la Orden del Temple, es el hombre ilustrado, íntegro, justo y bueno, que sirve a la patria y acata sus leyes.

Otro aspecto que consideramos valioso recordar es cuando Jerusalén fue tomada y destruida por los ejércitos del emperador romano, Tito Flavio Vespasiano en el año 70 (e:. v:.), expulsando de la ciudad a los pacíficos Kadosch, que como sabios sólo se ocupaban del perfeccionamiento moral del ser humano.

Muchos años después, los valientes militares del duque de Baja Lorena (Francia), Godofredo de Bouillon, jefe de la primera Cruzada contra los sarracenos, recobraron Jerusalén, convirtiéndose así en el primer rey de esta ciudad en 1099 (e:. v:.).

Luego de haber ocupado los Kadosch el Templo de Jerusalén, fueron nuevamente expulsados, perdiéndose documentos importantes en donde estaba escrita la historia de la Masonería y su ocupación en el plano científico. El despido hizo que los sabios se dispersaran por la tierra para proseguir sus investigaciones y otros fueron escogidos para esconder y proteger en Occidente lo que quedó del gran archivo, tomando el nombre de Príncipes del Real Secreto, equivalente al grado 32 del Rito Escocés Antiguo y Aceptado, el sexto y último de su clase y el segundo de los Grados Sublimes (Masonería Blanca o Grados Administrativos).

Como podemos ver, la creación de los sublimes e inefables grados del Rito Escocés Antiguo y Aceptado, tuvo lugar poco después de la terminación de la primera cruzada, estableciéndose simultáneamente en Escocia, Francia y Prusia; pero por circunstancias que no son conocidas de nadie, éstos cayeron muy pronto en desuso y permanecieron olvidados durante muchos años, o sea desde 1648 hasta 1744. Pero semejante aseveración no ha podido ser nunca demostrada ni apoyada por ningún documento auténtico y fehaciente que merezca el menor crédito. En lo que sí estamos de acuerdo, es reconocer que la introducción de la Masonería Templaria, tuvo lugar en Francia en 1727 por el noble escocés, barón de Ramsay. Por tanto, con las reflexiones históricas hechas hasta aquí, queda demostrado que sí hubo relación entre la Orden de los Templarios y la Masonería.
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[1] Morales, Charris Mario. ANTIGUOS DOCUMENTOS DE LA MASONERÍA –manuscritos antes de 1717–. Editor, Gran Logia del Norte de Colombia. Imprenta, Cencys 21. B/quilla., Colombia. Marzo de 2004. P. 9.
[2] Citados por Blashke, Jorge y Río, Santiago. LA VERDADERA HISTORIA DE LOS MASONES. Editorial Planeta, S. A. Primera edición. Barcelona, España. Enero de 2006. P.40.

Referencias bibliográficas
  1. Abrines, Lorenzo Frau. DICCIONARIO ENCICLOPÉDICO DE LA MASONERÍA. Editorial del Valle de México, S. A. Tomo III. México. 18 de septiembre de 1981.

  2. Baigent, Michael y Leigh Richard. MASONES Y TEMPLARIOS –sus vínculos ocultos–. Ediciones Martínez Roca, S. A. Madrid, España. Abril de 2005.
  3. Beck, Ralph T. LA MASONERÍA y otras sociedades secretas. Editorial Planeta. Bogotá, Colombia. Agosto de 2004.

  4. Blashke, Jorge y Río, Santiago. LA VERDADERA HISTORIA DE LOS MASONES. Editorial Planeta, S. A. Primera edición. Barcelona, España. Enero de 2006.

  5. Mackey, Albert Gallatin. ENCICLOPEDIA DE LA FRANCMASONERÍA. Editorial Grijalbo, S. A. Tomo IV. México. Marzo de 1984.

  6. Morales, Charris Mario. ANTIGUOS DOCUMENTOS DE LA MASONERÍA –manuscritos antes de 1717–. Editor, Gran Logia del Norte de Colombia. Imprenta, Cencys 21. B/quilla., Colombia. Marzo de 2004.

  7. Origen de la Orden del Temple de los Pobres Caballeros de Cristo. En Internet: http://platea.pntic.mec.es/~rmartini/origenes.htm

  8. Orígenes e Historia de la Masonería. En Internet: http://www.masoneria-uruguay.org/quees.htm

  9. Read, Piers Paul. LOS TEMPLARIOS –monjes y guerreros–. Ediciones B. Argentina, S. A. Buenos Aires. Junio de 2005.

  10. Solano Bárcenas, Orlando. LA LOGIA UNIVERSAL. Ediciones Universidad INCCA. Bogotá. Mayo de 1994.

  11. Templarios y Masones. En Internet: http://sirauras.iespana.es/sirauras/leyendas/masones.htm
    12. Vidal, Cesar. LOS TEMPLARIOS Y LA MASONERÍA. Revista digital Conoze.com. En Internet: http://www.conoze.com/doc.php?doc=1235

martes, 28 de agosto de 2007

Reflexiones sobre los Principios Básicos de la Gran Logia Unida de Inglaterra



Por: Mario Morales Charris 33º
Ven:. Maest:. Resp:. Log:. Lealtad No. 7
Ex Gran Maestro de la Muy Resp:. Gr:. Log:. del Norte de Colombia
Pres:. Gran Consejo de Cab:. Kadosch «Lealtad Nº 3», Cám:. 30°


En estas reflexiones nos proponemos más que todo a examinar –bajo un punto de vista crítico y constructivo– algunos principios básicos emitidos por la Gran Logia Unida de Inglaterra, los cuales hemos considerado de mucha importancia por ser materia de debate y discordia desde hace más de dos siglos. Principios estos que han sido ratificados, cuando las Grandes Logias de Inglaterra, Irlanda y Escocia convinieron y emitieron una declaración en agosto de 1938 y nuevamente confirmados en septiembre 7 de 1949 bajo el título de “Propósitos y Relaciones de la Masonería”.
Es cierto que la Masonería Especulativa nace a partir del 24 de junio de 1717 cuando las cuatro Logias londinenses se organizaron para crear la primera Gran Logia de la cual se tiene conocimiento, y que desde entonces se conoce como la Gran Logia Unida de Inglaterra. Igualmente existen textos que reglamentan su organización y sus trabajos desde 1723, cuando se publican las “Constituciones” redactadas por James Anderson y Théophile Desaguliers, estableciendo los viejos principios conocidos, desde entonces, como “Constituciones de Anderson”. Es indudable también, que los objetivos de esta Gran Logia eran limitados. Sólo pretendían elegir un Gran Maestro, y reunirse dos veces al año en banquetes coincidentes con los solsticios. Sin embargo, desde sus comienzos, la Masonería Especulativa absorbió influencias de las doctrinas filosóficas y esotéricas que ocupaban las mentes de los intelectuales de los siglos XVII y XVIII. Así pues, en nuestros días tenemos una Masonería anglosajona, con derivaciones en el mundo germano, tributaria de los que fueron sus padres fundadores: clérigos, pequeños burgueses, aristócratas ilustrados, filósofos, científicos y libre pensadores, que encontraron en las Logias Masónicas un ambiente apropiado para exponer sus pensamientos y revelar sus descubrimientos sin temor a la represión política o religiosa, y unos años más tarde, la realeza con su entorno aristocrático, a la que se sumó la gran burguesía de la época, enriquecida desde los primeros indicios de la revolución industrial.

En estos países, coincidentes con los de mayoría de religión cristiana protestante, por el origen social de la mayoría de sus miembros la Masonería especulativa, o moderna, creció y se desarrolló como una fuerza eminentemente conservadora, íntimamente ligada a los poderes eclesiástico y temporal y, por lo tanto, sin verse sometida a persecuciones de ninguna clase, ni tener problemas de índole alguna para su desarrollo y consolidación.
Este espíritu de libre examen atrajo de la misma manera a los apóstoles de la libertad, igualdad y fraternidad, principios plasmados en las revoluciones libertadoras americanas y europeas. Bolívar, Santander, Miranda, San Martín, Juárez, Washington, Martí y Garivaldi entre otros, actuaron interpretando cada uno a su manera el ideario filosófico de la Francmasonería. Asimismo, por su identificación con las causas de la democracia, la libertad y el progreso humano, atrajo personas de origen popular, entre los cuales muchos de los miembros activos del movimiento obrero y sindical europeo. Así pues, aún cuando reconocemos la Masonería anglosajona como la pionera de la Masonería especulativa, no le da derecho de manera prepotente y conservadora a tomar posiciones que en estos momentos históricos entran en contradicción con los mismos principios de la Orden.
PRINCIPIOS DE LA GRAN LOGIA UNIDA DE INGLATERRA

Veamos los principios básicos establecidos por las Grandes Logias de Inglaterra, Escocia e Irlanda para otorgar su reconocimiento y establecer relaciones fraternales con otras Grandes Logias. La Gran Logia que solicita ser reconocida debe observar y practicar los siguientes principios, considerados “de tiempo inmemorial”:
  • La creencia en un Ser Supremo es condición indispensable para ser admitido en la Gran Logia.
  • La Biblia, conocida entre los Masones como Volumen de la Santa Ley, debe estar siempre abierto en las Logias, y todo candidato debe prestar juramento sobre ese libro, o sobre un volumen que su propia fe otorga santidad a un juramento o promesa.
  • Las tres Grandes Luces de la Francmasonería, que son el Volumen de la Santa Ley, la Escuadra y el Compás, deben estar siempre expuestos durante los trabajos de la Gran Logia y sus Logias subordinadas.
  • Sólo hombres son admitidos en la Gran Logia y sus Logias, y ninguna Logia tendrá relaciones masónicas de cualquier naturaleza con Logias Mixtas o Femeninas.
  • La Gran Logia tiene jurisdicción soberana sobre las Logias bajo su control. Será una organización responsable, independiente y autónoma, con exclusiva autoridad sobre los Grados Simbólicos de Aprendiz, Compañero y Maestro Masón, y no comparte su autoridad con ningún Supremo Consejo u otra Potencia Masónica que pretenda supervisar dichos grados.
  • Todo miembro obedecerá fielmente las leyes de su país y no participará en ningún acto contrario a la paz y buen orden de la sociedad. Será siempre leal súbdito de su soberano o la autoridad constitucional de su patria.
  • En su capacidad de Masón, no permitirá la discusión de sus opiniones teológicas o políticas.

Los principios de los Antiguos Linderos, costumbres y usos de la Masonería serán observados estrictamente en todas las LogiasObservamos que en estas condiciones no se menciona en absoluto la jurisdicción exclusiva en un territorio determinado. Esta es la famosa doctrina de la “territorialidad”, también conocida como la “Doctrina Americana”, establecida en la Convención de Baltimore en 1843, que prescribe el reconocimiento de sólo una Gran Logia en un territorio determinado. Esta doctrina, que fue aceptada casi exclusivamente por la Masonería anglosajona, tampoco fue observada por ella de manera consecuente.

La primera condición de admisión, y de calidad de miembro en la Orden, es una creencia en el Ser Supremo. Como podemos ver, según el imaginario cultural de la época, es creer en algún principio de carácter espiritual de matiz teista o deista. Lo que podía ser lógico para 1723 y positivo en tanto que superador de las intolerancias entre las diferentes religiones “reveladas” que eran tratadas en un plano de estricta igualdad, ha sido mantenido como condición de aplicación literal por la Gran Logia Unida de Inglaterra y por las diferentes estructuras masónicas, generalmente del mundo anglosajón, que se consideran depositarias de la única “regularidad” tradicional en Masonería. Pero la evolución de la sociedad y del pensamiento, evolución a la que no ha sido ajena la propia Masonería, ha hecho que, en la Europa continental y desde el último tercio del siglo XIX, se cuestionen las limitaciones a la iniciación masónica basadas en la interpretación literal exclusiva de las “Constituciones”.

Desde 1877, el Gran Oriente de Francia —como lo vimos en nuestro artículo anterior en la revista Plancha Masónica Nº 6— y la mayor parte de las federaciones de logias de la Europa latina, no consideran la creencia en un principio espiritual revelado como condición exigible a quienes se hallen dispuestos a trabajar por el progreso de la humanidad. Por tanto, consideramos que la Gran Logia Unida de Inglaterra entra en contradicción cuando por un lado nos plantea que debemos ser “hombres libres y de buenas costumbres” —Constituciones de Anderson— y por el otro nos obliga como condición “sine qua non” a creer en un principio de carácter espiritual. Por consiguiente, podemos señalar según el criterio expuesto que no somos “libres” como se pretende hacer creer. Es que debemos ser “libre” de creer o no creer, de practicar el culto de nuestro afecto natural o de no practicar ninguno. La “libertad” entendida como tal debe ser absoluta de conciencia y bajo ninguna restricción porque de lo contrario no podríamos hablar de “hombre libre”.

Con relación a la Biblia que debe estar abierta en las Logias y todo candidato debe prestar juramento sobre ese libro. Pues, con todo el respeto que nos merece esa gran obra religiosa, histórica, literaria, etc., no vemos el porqué de esa obligatoriedad y ¿cómo jurarían los HH:. musulmanes? ... ¿Acaso no lo hacen ante el Corán? ¿y los judíos?, ¿no lo hacen delante del Talmud? En consecuencia, como hombres “libres” también lo podríamos hacer frente a la Constitución del país respectivo.

La Gran Logia Unida de Inglaterra nos señala también que sólo los hombres pueden ser admitidos y no es permitido tener relaciones de ninguna naturaleza con las Logias mixtas y femeninas. Al respecto, fue un tema que lo dedicamos en su totalidad a la Plancha Masónica Nº 4. No obstante, nos permitimos indicar que el avance de la mujer en los países occidentales, y en algunos de los orientales, para alcanzar esa igualdad de derechos proclamada por la Declaración Universal de Derechos Humanos, encuentra expresión en decisiones judiciales que ya han obligado a otras organizaciones como el Rotary, la Bené Berit y otras a admitir mujeres en sus filas. Existen universidades que hasta hace pocos años estaban segregadas según el sexo, hoy están todas integradas. Lo mismo ocurre en las fuerzas armadas de muchos países.

¿Cuánto tiempo más podrán nuestras Logias mantener cerradas las puertas ante este desarrollo? Lo ignoramos, pero se trata de un interrogante que merece cuidadoso examen por las directivas de las Grandes Logias y confederaciones Masónicas, para buscar soluciones antes que se les imponga una reforma forzada. La mejor oportunidad la tenemos el próximo mes de octubre cuando se reúnan los Soberanos Grandes Comendadores —que tienen bajo su mallete el R:. E:. A:. A:.— en Grecia y se reflexione sobre este tema del cual todos estamos muy pendientes.

Para que permanezca callada, ciega a la realidad que la rodea y de espaldas a sus orígenes, el mundo anglosajón dispuso que la Masonería no debe participar en política, ni opinar de religión y, aquella Obediencia que lo haga será declarada “irregular”, desconocida y apartada de las Grandes Logias auto proclamadas “regulares”.

Esta situación dio lugar al nacimiento de innumerables Obediencia de ámbito nacional, no conformes con la dictadura impuesta por las de dependencia anglosajona. Muchas de estas nuevas Grandes Logias, de alguna manera y durante un tiempo, son controladas por el Gran Oriente de Francia, entregado por su parte a una determinada línea política y fiel a los intereses de Francia.

El problema principal de algunas de estas Obediencias que se niegan a someterse al control anglosajón, es que actúan descoordinadamente y cada una volcada a intereses nacionales, cayendo muchas veces en los mismos vicios, aunque de signo contrario, que achacan a las que se autoproclaman “regulares”.

Quizás nos adelantamos a la parte final de nuestras reflexiones, pero vamos a aventurar una previsión y es que toda la maraña de la “regularidad” masónica y el reconocimiento mutuo entre Grandes Logias tendrá que llegar a una solución dentro de este siglo que acaba de comenzar, y cuanto antes mejor, porque ha llegado a extremos absurdos, contrarios tanto a la lógica como a los intereses mismos de la Francmasonería mundial.

Nuestro deber, es caminar por el sendero de la comunicación humana. Dentro del ámbito de la Logia, esto se traduce en un esfuerzo constante de educación e instrucción, que son dos procesos complementarios, uno extrayendo o haciendo conscientes los conceptos que queremos inculcar, y el otro introduciéndolos.

El papel de la Masonería en el mundo sigue siendo el mismo, sus objetivos no han cambiado, pero sí pueden y deben cambiar los medios que utiliza para alcanzarlos.

Debemos actuar como los remeros, que impulsan el bote hacia adelante pero con la vista fija hacia atrás.

Volvamos a los principios fundamentales que inspiraron a los primeros Masones especulativos y les impulsaron a crear la institución que conocemos. Estos principios se basan en una concepción humanista del mundo. El H:. Horacio Oñate García en su libro Etica y Moral en el Mundo de Hoy cita a Ortega y Gasset, quien sostiene que el hombre es un determinado proyecto o programa de existencia, y la vida es el afán de realizar este proyecto en el mundo. Y agrega el Hno. Oñate, que de esta realidad arrancan esas afirmaciones, tan esclarecedoras de la finalidad humana: el deber del hombre es convertirse en hombre, y el hombre debe ser el constructor de sí mismo.

Aquí tenemos, en breves palabras, resumido todo el ideario de la Francmasonería. Lamentablemente hay Logias que han perdido esta orientación, que siguen costumbres o tradiciones añejas, que les impiden desarrollarse y progresar. La tradición es indispensable, pero aferrarse a tradiciones como un ancla conduce al estancamiento. La tradición debe funcionar como una brújula, señalando la ruta, pero sin inmovilizar nuestro progreso. Queremos decir con esto que al nacer la Masonería especulativa o moderna, al propiciar la recopilación de la Ley Masónica en las Constituciones de Anderson y Reglamentos Generales publicados por primera vez en 1723, en aquel momento la Masonería de Inglaterra tuvo pleno derecho a dictar normas sobre los requisitos que había que reunir para ser considerado masón especulativo, o un grupo de ellos unidos en distintas Logias, una Obediencia masónica.

Claro está que ese derecho no puede perpetuarse por los siglos de los siglos, pues, la propia pertenencia a la Masonería, previo cumplimiento de las normas que pudiéramos llamar fundacionales, invistió de iguales derechos a los masones y Obediencias que acataron aquellas leyes fundamentales en su origen, y cuantos masones a lo largo de los siglos han sido iniciados por quienes a su vez lo fueron legítimamente, tienen la misma capacidad de iniciar y constituir nuevos cuerpos masónicos, sin que ningún tipo de corporativismo dé derechos a unas Obediencias o a unos masones que éstas o éstos no reconocen a las demás Obediencias o masones.

Hay otro aspecto que no podemos dejar pasar por alto en estas reflexiones y que tiene mucho que ver con los principios básicos de la Gran Logia Unida de Inglaterra, como lo es “la unidad universal”. La Masonería moderna, o especulativa, fue capaz de mantener una imagen de unidad universal. Situación que se mantuvo hasta que, ya liquidado el Imperio español, Francia e Inglaterra decidieron repartirse el mundo, iniciando el Imperio Británico una lucha sorda por ganar zonas de influencia y conservar las ya alcanzadas.

Así, con el pretexto de que el Gran Oriente de Francia en 1877 decidió el cambio de sus Estatutos y en 1884 el de sus rituales; prescindiendo con dichos cambios de la obligatoriedad de la creencia en Dios y la Biblia, así como de la invocación al Gran Arquitecto del Universo, quedando con ello en libertad sus miembros de creer o no creer y de mantener o no la presencia de la Biblia en el Templo, la Gran Logia Unida de Inglaterra rompió las relaciones con el Gran Oriente de Francia y, erigiéndose en una especie de Primado o Papado Masónico, organizó todo el sistema de reconocimientos, regularidades e irregularidades que ha llegado hasta nuestros días.

Insistimos en que las modificaciones introducidas por el Gran Oriente de Francia en sus estatutos y rituales, no fueron nada más que un pretexto utilizado por la Gran Logia Unida de Inglaterra para justificar la ruptura de la unidad universal, ante las Grandes Logias de los países del ámbito de influencia diplomática de Inglaterra.

Pero, el auténtico motivo de tal ruptura, no fue otro que la rivalidad política y económica entre la Francia republicana y el Imperio Británico, con origen en la prepotencia británica y sus deseos de controlar la Masonería en sus zonas de influencia. Mas, sobre todo, fue una medida política encaminada a cerrar sus colonias, y aun la metrópoli, a los ideales propugnados por la Masonería latina, en especial para que las referentes a la libertad de los pueblos no atentaran contra la integridad del Imperio Británico, poniendo en peligro el control de las materias primas necesarias para la revolución industrial en marcha y para su asentamiento como primera potencia mundial.

Suponemos que el Gran Oriente de Francia cuando tomó la decisión de revisar sus estatutos y aprobó los cambios pertinentes en los mismos, lo hizo con base al momento histórico en que vivían. Si bien es cierto que los hombres en general son reacios a cambiar sus ideas, sus hábitos, su forma de vida, los factores externos, las fuerzas sociales y los cambios tecnológicos les obligan inescapablemente a reconsiderar sus actitudes y buscar acomodo con las nuevas circunstancias. Aunque estos procesos sean generalmente lentos, a veces son producto de guerras o revoluciones, e incluso en tiempo de paz su velocidad va en aumento.

La Francmasonería no puede escapar a estos procesos históricos. Sin embargo, es preciso subrayar que los problemas que enfrenta la Masonería no son los mismos en todos los países. No es posible generalizar, ya que las Grandes Logias se diferencian no sólo en sus Constituciones y rituales, sino también en su historia y tradición, y en el entorno social donde se encuentran.

Es por ello que, para cualquier masón que entienda y viva el Arte Real, lo único que caracteriza y confiere la calidad de masón a un profano es su iniciación a la Masonería con arreglo a las tradiciones, leyes, usos, costumbres y ritos de la Masonería, y su posterior acatamiento y cumplimiento del conjunto de esas normas que deben ajustarse conforme evoluciona la sociedad, porque este conjunto de principios básicos que impone conservadora y arrogantemente la Gran Logia Unida de Inglaterra no pueden estar a espaldas o quedar estáticos al desarrollo de la humanidad. En consecuencia, lo que convierte a una asociación, federación o confederación de logias en una Obediencia Masónica Regular, sea Gran Logia o Gran Oriente, es el respeto y fidelidad a esas mismas tradiciones, leyes usos y costumbres, tanto en el proceso de su constitución como en su posterior hacer cotidiano, sin que influya para nada en su condición el reconocimiento o la falta de reconocimiento que reciba de otras Obediencias.

Por último, y así terminar nuestras reflexiones, podemos señalar que la Francmasonería, especialmente interesada en la construcción de una sociedad laica en la que el libre pensamiento se exprese sin limites de tipo alguno y pueda proyectarse hacia la mejora del individuo y de la sociedad, es indisociable de los contextos democráticos y de las etapas mas progresistas en la historia de la Humanidad, a las que siempre ha apoyado activamente, viéndose, por el contrario, represaliada y perseguida por los absolutismos y totalitarismos de todo signo. La Masonería sigue siendo actual, puede y debe cumplir una función insustituible en la sociedad contemporánea, promoviendo la tolerancia, la educación, la libertad de conciencia y todos los derechos humanos proclamados por nuestros antepasados masones. Tenemos un futuro promisorio, si sólo sabremos afrontarlo con decisión, con esfuerzo, con el espíritu en alto, conscientes que somos los hijos de la luz, y que las fuerzas oscuras de la ignorancia, la ambición y la envidia jamás podrán extinguir la llama eterna de la verdad.

No olvidemos que el hombre constituye su materia prima y que sin él, la Masonería se quedaría sin objeto. Ahora bien, el hombre evoluciona, la sociedad evoluciona, y no podemos permitirnos ignorarlos si queremos continuar pretendiendo participar, incluso modestamente, en la construcción del Templo de la Humanidad, o incluso simplemente perdurar.

Lo que acabamos de decir no pone en causa la esencia de la Francmasonería, sino algunas reglas establecidas por hombres en un pasado bastante reciente, que pretenden delimitar el cuadro preciso de lo que es y no es la Francmasonería.

Querer codificar así a la Francmasonería de una vez por todas, es como encerrarla en una argolla sofocante, y no creemos que la mentalidad del hombre moderno esté dispuesta a aceptar aquellas coacciones.

El hombre se agita sobre un planeta pequeño, perteneciente a la zona de influencia de una estrella de tamaño mediano llamada Sol, integrada a su vez, como mil millones de otras estrellas de su misma naturaleza, en un conjunto más amplio, la Vía Láctea. Como ésta última, mil millones de otras galaxias se pierden en la inmensidad del Universo. La percepción de este Universo inconmensurable, nacido hace unos 15 mil millones de años, que no puede ser comprendido por nuestro espíritu humano, debería incitarnos a un poco de modestia.

No sabemos nada ni de nuestros orígenes ni de nuestro destino, pues no sabemos que papel jugamos en esta inmensidad. La única cosa de la que podemos estar ciertos es que estamos predestinados a desaparecer al término de una vida infinitamente corta en la escala de este universo. Y no obstante, tenemos la pretensión de negar la calidad de masón a algunos hombres, por la simple razón que se alejan, en detalles minúsculos, de nuestro propio punto de vista.

¿Cómo podríamos ambicionar construir en el mundo ese Templo Ideal si no llegamos a realizarlo en nuestra casa? Es una utopía más.

Páginas y páginas han sido escritas en favor de uno u otro de estos problemas de política interna. ¡Que despilfarro..! Y ¡qué pérdida de tiempo y de energía también..! Tiempo y energía que habría podido destinarse a tareas mucho más importantes. Así pues, la Gran Logia Unida de Inglaterra en un tiempo no muy lejano se verá obligada a revisar sus principios básicos porque de lo contrario se quedará, como lo está actualmente, viviendo la época de principios del siglo XVIII cuando comenzó la Masonería especulativa. O puede sucederle lo mismo cuando no tuvo otra alternativa de reconocer las Grandes Logias de negros de los Estados Unidos de América, las llamadas Grandes Logias Prince Hall que por muchos años las consideró irregulares, ante la alternativa de estar obligada a romper sus relaciones con decenas de Grandes Logias estatales del país del norte de América.

El Gran Oriente de Francia


Por: Mario Morales Charris 33º
Ven.·. Maest.·. Resp.·. Log.·. Lealtad No. 7
Ex Gran Maestro de la Muy Resp.·. Gr.·. Log.·. del Norte de Colombia
Pres.·. Gran Consejo de Cab.·. Kadosch «Lealtad Nº 3», Cám.·. 30°


Antes de entrar en materia sobre el Gran oriente de Francia, s conveniente conocer primero cuándo, cómo y por qué se introdujo la Masonería en este país, para lo cual trataremos de esbozar brevemente los hechos más sobresalientes de la historia de nuestra Institución en esa parte del continente europeo.

Podemos afirmar que la Masonería escocesa fue introducida en Francia, como lo veremos más adelante, por tres Lords ingleses bajo los más funestos auspicios, debido a que su objetivo no fue defender la causa de la humanidad, que es el lema y misión de la Ord.•., sino servir los intereses del partido realista de la familia de los Estuardos que, una vez destronada con la decapitación de Carlos I en la guerra de 1649, se sirvió poderosamente de nuestra Institución para reconquistar el trono. Al recobrar el cetro esta dinastía después de la guerra de 1688, motivó a los emigrantes ingleses a crear Logias no sólo en Francia, sino también en otros países del continente europeo como Italia, Alemania, etc., con el único fin de reclutar adeptos y recursos bajo los misterios de la Francmasonería. De este modo se constituyó una falsa Masonería, que creó durante mucho tiempo, gran confusión entre los franceses, siendo su principal actor en este escenario el Lord Derwentwaters, quien por su adhesión a los Estuardos, pagó con su cabeza en Londres el día 19 de diciembre de 1746. le sucedió Hamowester, quien también corrió con la misma suerte. No obstante, a estas contrariedades la Masonería espuria salió victoriosa. Luego Carlos II subió al trono y no tuvo más que ver con nuestra Ord.•. después de servirse eficazmente de ella.

Se sabe además que después de haberse reorganizado la Ord.•. en Inglaterra, ésta fue creando Logias bajo su obediencia a través de marineros y comerciantes en los puertos de Bordeaux y Dunkerke. Pero no podemos designar una fecha concreta debido a que la variedad de documentos existentes están llenos de contradicciones, pues los autores que han incursionado en el tema vacilan de los años 1721 a 1732. Mackey, por ejemplo, indica que la primera Logia fue fundada en Francia el 12 de octubre de 1721 en el puerto de Dunkerke y que llevó por nombre «Amistad y Fraternidad»; asimismo, el famoso escritor sobre asuntos Masónicos, Frenchi Alfaro, más conocido como “Acharat” señala que en 1725 el Lord Denwentwaters en compañía de los caballeros ingleses Masquelyne y Sir D’Heguertry, reunidos en París, en casa del fondista inglés Huré, calle de las Carnicerías de San Germán, constituyó la primera Logia en París bajo los auspicios de la gran Logia de Inglaterra; para el año de 1735 , ya existían seis Logias en París y algunas otras en diferentes poblados de las provincias. Ese mismo año se solicitaron autorización para formar un Gran Maestrazgo provincial, lo cual fue denegado por la tendencia exclusivamente política de algunas Logias. Sin embargo, el Conde de Derwentwaters ejercía las facultades de Gr.•. Maest.•. abaladas tácitamente por la Ord.•.. Un año después, de acuerdo con Lalande, las Logias de París designaron como Gr.•. Maest.•. al Lord Harnowester, convirtiéndose de esta manera en el primero de ser elegido democráticamente para ejercer tan alto cargo.

Ocho años después de haber solicitado permiso las Logias de París para establecer una Gran logia Provincial, le fue concedido por la Gran Logis de Inglaterra. Así pues, en 1743 se creó en París el primer cuerpo supremo de la Masonería, bajo el nombre de «Gran Logia Inglesa de Francia» y fue elegido como Gran Maestro el Conde de Clemont, quien por su incompetencia para ejercer este cargo y mal rodeado, hizo reinar la anarquía y confusión entre la Fraternidad llevándola a pique, de suerte que la aristocracia ilustrada, que hasta entonces constituía el grueso de las tropas Masónicas, había abandonado el Templo, si bien la Ord.•. estaba masivamente en manos de la pequeña burguesía conservadora y reactiva. Este hecho trajo como consecuencia el desconocimiento de la autoridad de la Gran Logia por parte de las Madres Logias en las provincias, las cuales se habían creado para conservar la armonía. Sin embargo, éstas se convirtieron en rivales del Cuerpo Supremo pretendiendo asumir las funciones de una Gran Logia. Así las cosas, la Gran logia no tuvo otra alternativa sino declararse independiente de Inglaterra en 1756 y para ello asumió el título de «Gran Logia de Francia», reconociendo únicamente los tres primeros grados simbólicos, y a la vez dejó sin participación en el gobierno de la Fraternidad a las Logias provinciales. A pesar de estas decisiones, el desbarajuste continuó e hizo prender fuego a la pólvora cuando Clemont designó en 1758 al Maestro de Baile, Antoine Lacome como “Sustituto Particular” del Gran Maestro del Gran Maestro, el cual era un hombre de bajo perfil y de maneras grotescas, representó la aristocracia liberal, y contraria, por consiguiente, de los hombres de origen más modesto y medianamente conservadores, como el plumista Péni o el peluquero Duret. Lacome monopolizó, desorganizó y bastardeó la masonería francesa por lo que el conde de Clemont debió cambiarlo por M. Chaillon de Jonville, abogado del Parlamento y católico ferviente, quien preocupado por el ecumenismo hizo todo lo posible por volver al redil. De allí resulto una nueva Gran Logia reunificada, dotada de nuevos estatutos en 1763 donde no figuró más la obligación del bautismo, pero que insistió sobre el deber de la obediencia para con los superiores en grados y dignidades.

Después todos los oficiales nombrados por Lacome fueron reemplazados en las elecciones trienales de junio de 1765. Estos sucesos dirigidos por Chaillon facilitaron la constitución de facciones que se estructuraron alrededor de altos grados, lo que se tradujo, en 1766, luego de las discutidas elecciones, en la exclusión de muchos HH.•. del grupo de Pény e impresionantemente del H.•. Labady, quienes en actitud de rebeldía dieron a conocer unos comunicados en contra de la Gran Logia, lo cual motivó la expulsión de los mismos de su seno. Esto trajo como consecuencia un enfrentamiento entre los dos partidos que estuvieron a punto de cometer actos de violencia y por esta razón la policía hizo cerrar la Gran Logia el 4 de febrero de 1767.

Al morir Clemont en 1771, los HH.•. expulsados continuaron reuniéndose y nombraron Gran Maestro al Duque de Chartres –más tarde Duque de Orleáns–. Estos HH.•. le plantearon la unión a la Gran Logia en el evento en que ésta le revocara el decreto de expulsión, lo cual le fue concedido y se continuó trabajando en paz por muy pocos años. Igualmente los HH.•. expulsados lograron convocar, en 1773, una Asamblea Nacional, como ellos la denominaron, se reunieron en París durante el mes de diciembre del año señalado y bajo la presidencia del Duque de Luxemburgo. El día 25 se decretó la extinción de la Gran Logia de Francia y se estableció otra en su reemplazo, denominada «Gran Oriente de Francia». Pero la Gran Logia continuó sus trabajos a la par del Gran Oriente hasta el principio de la revolución en que tuvieron que suspender sus actividades debido a que las Logias perdieron la fuerza que tenían anteriormente, pues estaban dirigidas por nobles.

Poco antes de la revolución existían en Francia 629 logias, 63 en París adscritas al Gran Oriente, mientras que las Logias del Oriente ascendían a 376. Los Francmasones eran superiores a 75.000 en Francia.

La caída del imperio es una catástrofe. La Masonería es acusada, desde los escritos de Barruel y sus epígonos, de haber provocado la revolución y también de tener esencia satánica. El nuevo clero ultramontano la combate y recuerda que los Francmasones están excomulgados. De la misma manera nuestra Institución es obligada a adormitarse en la mayoría de los países de la Europa de la Santa Alianza. En Francia el G. O. F. sobrevive puesto que el Rey Luís XVIII es un antiguo Masón y ha garantizado a los franceses el ejercicio de la libertad. La Obediencia es protegida por personalidades cercanas al monarca como Mac Donald o el Duque Decazes.

El retroceso del galicanismo y la detección de los notables llevan a las Logias a reclutar sus adeptos entre los liberales y dentro de la pequeña burguesía o élite obrera. Ellas persiguen el objetivo de aliviar la miseria dentro de una sociedad sin protección social y educación para el pueblo. Se les está vedado debatir temas políticos o religiosos, pero esta regla no es siempre seguida. Una Logia en particular, «Los Amigos de la Verdad» organiza la lucha de la juventud escolar contra los Borbones, intenta forzar la continuación de la ley del doble voto que priva a la oposición de toda esperanza de éxito electoral, para lo cual funda la «Carbonería», una sociedad secreta que intenta derrumbar la Masonería.

El mismo Gran Maestro del Gran Oriente de Francia, Felipe “Igualdad”, en 1793, tras haber votado a favor de la ejecución de su primo Luís XVI, rechazaba la práctica del secreto en la Masonería –“no debe haber ningún secreto ni misterio en una república”– dimitiendo de la Sociedad. La Masonería desapareció del escenario revolucionario en ese momento. Felipe “Igualdad” fue muerto en 1793.

El aporte de la Masonería fue simbólico e ideológico. Bajo la monarquía de Juillet se difunde la divisa Masónica «Libertad, Igualdad y Fraternidad» y fue incorporada al acervo revolucionario. Esta divisa, enemiga de la intolerancia y del fanatismo, debe contribuir a construir, según los planes del G.•. A.•. D.•. U.•., una sociedad más justa y más ilustrada. Ella contribuye a formar ese espíritu generoso, utópico y fraternal. Los colores de la bandera republicana eran azul, blanco y rojo, que proceden de los distintivos de los tres tipos de Logia. La escarapela tricolor ideada por Lafayette, Francmasón y Carbonero y el gorro frigio, emblema de la República, es símbolo Masónico. El mismo himno de la revolución «La Marsellesa», compuesto por el Masón Rouget de Lisle en 1792, para el ejército del Rin, y difundido por el «Batallón de los Marselleses», fue cantado por primera vez en la Logia de los Caballeros Francos de Estrasburgo. Durante el restablecimiento borbónico fue prohibido, pero se organizó nuevamente a partir de 1879. Sin duda alguna, todo el simbolismo griego que adoptan los revolucionarios, al igual que el deísmo naturalista de que hacen gala, se deriva de las leyendas y temas Masónicos.

La Masonería parecía ser desbordada por el discurrir revolucionario: Masones guillotinan a Masones rompiendo el juramento de fraternidad y ayuda mutua.

Más tarde, al restablecerse el orden civil, los dos cuerpos rivales continuaron trabajando hasta que el 28 de junio de 1799, la Gran Logia se unió al Gran Oriente. Las Logias del Gran Orienten practican un Rito Francés codificado en 1801, pero ellas son autorizadas a trabajar en uno de los ritos escoceses. Al poco tiempo aparecieron nuevamente las discordias a pesar de haberse celebrado pactos amistosos entre los cuerpos de altos grados y el Gran Oriente. Este último, a sabiendas de que las aspiraciones de los HH.•. del Rito Escocés no eran satisfechas sino que el desorden era lo prioritario, decidió por decreto del 16 de diciembre de 1805, que en adelante el Supremo Consejo del Grado 33º sería un cuerpo independiente con facultades de gobernar todos los grados superiores al 18º, en tanto que éste y los inferiores quedaban exclusivamente bajo su autoridad. En el mismo año Napoleón Bonaparte –iniciado durante la campaña de Italia en la Logia de Hermes del Rito Egipcio– pone término a todo este caos, al ser nombrado Primer Cónsul y luego proclamarse Emperador. Napoleón impone a su hermano José Bonaparte, llamado “Pepe Botellas”, un hombre mucho más serio y responsable de lo que este mote popular induce a pensar, como Gran Maestro de la Masonería francesa y seguidamente muchas personas distinguidas se iniciaron en nuestros augustos misterios. En 1814 debido a los hechos políticos, al Gran Oriente le fue imposible conservar su organización y los cuerpos del Rito Escocés no se reunieron por ese tiempo. Esta coyuntura la quiso aprovechar el Gran Oriente para retomar la jurisdicción sobre todos los grados y rituales. En este estado, un nuevo aspirante se presentó el 2 de abril de 1815 y solicitó al Gran Oriente su admisión para trabajar en el Rito Misraim –inventado y difundido por los cuatro HH.•. Bedarride– lo cual se le negó en1817. Por esta acción hubo un gran escándalo y la policía intervino, cerrando sus Logias. Tiempo después, en 1828, aparece el Rito de Menfis con noventa y seis grados, el cual fue absorbido por el Gran Oriente y sus grados rebajados a 33 en el año de 1862.

El G. O. F. en 1849, define la Francmasonería como «Esencialmente filantrópica, filosófica y progresiva», fundada sobre la creencia en Dios y la inmortalidad del alma, teniendo por lema el de la República,

En 1862, se presentaron en el Gran Oriente una serie de contradicciones por la elección del Gran Maestro, hasta el punto que llegó a tener dos jefes. Pero el 11 de enero del referenciado año, Napoleón puso fin a ese lamentable estado de cosas y nombró al general Magnan Gran Maestro, quien entre otras cosas no era Masón, por lo que al día siguiente debió recibir los treinta y tres grados delante de cinco Masones dirigidos por Rexes. Luego de posesionarse Magnan mandó a decapitar a Rexes y separó a los que con él habían enredado los negocios del Gran Oriente.

La nueva generación que ingresa a las Logias, influenciada por el positivismo, se desmarca del sentimiento de sus mayores. Ella quiere una Masonería más eficaz y las Logias en sociedades de pensamiento. Los Masones elaboran los fundamentos de una moral independiente de las religiones, apoyan el movimiento mutualista y, con la liga de la enseñanza, militan por una escuela gratuita y obligatoria. La referencia a Dios es discutida como atentatoria al principio de libertad de conciencia. El G.•. A.•. D.•. U.•. es considerado cada vez más como un símbolo, el de un “principio creador.

En 1877, el asunto religioso es reglamentado. El G. O. F., por dictamen del Pastor Desmons, suprime la obligación –toda teórica– de la creencia en Dios y el G. O. F. reclama en adelante «La Libertad Absoluta de Conciencia». La invocación al G.•. A.•. D.•. U.•. se convierte en facultativa y los rituales son modificados.

El ideal Masónico se confunde con el ideal republicano. Los HH.•. no solamente derivan en Logias para disfrutar de los placeres de la fraternidad y para instruirse, sino también para contribuir a edificar una sociedad democrática y social. Igualmente el G. O. F. llega a ser una fuerza política, anclada en la izquierda, aún si, en la realidad, se encuentra y a veces afronta a unos moderados, unos radicales, unos socialistas de diversas escuelas y algunos anarquistas. Los Masones luchan contra los mismos enemigos, clericales, monarquistas, bonapartistas, ultranacionalistas y antisemitas.

A finales del siglo XIX el paisaje Masónico se modifica, con un Derecho Humano Mixto e Internacional, cercano al Gran Oriente y creado en 1893 por algunos feministas.

Por estos años, los Masones tuvieron que dar una incesante batalla contra la ley Falloux, el concordato, las congregaciones religiosas y por la separación de las iglesias y del Estado. Se debe a la acción Masónica la instauración del divorcio, la ley sobre la libertad de los funerales y la cremación, la laización del personal de las escuelas y de los hospitales. Las Logias son entonces compuestas por librepensadores anticlericales, con frecuencia antirreligiosos, si bien permanecen abiertos a los creyentes, sean deístas o salidos de cultos minoritarios, protestantes, israelitas, musulmanes, teósofos, etc.

A mediados del siglo XX se abre una Gran Logia femenina. Una Gran Logia Nacional francesa toma su vuelo, le exige a sus miembros la creencia en Dios y en su voluntad revelada, excluyendo de ese modo “ipso facto” a los deístas y a los ateos. Por tanto, rehusa toda relación con las otras asociaciones Masónicas francesas juzgadas “irregulares”, es decir, no reconocidas por la muy conservadora y dogmática Gran Logia Unida de Inglaterra. Ante esta presión, unas obediencias liberales aceptando el principio de «Libertad de Conciencia», se asocian dentro de una alianza internacional (CLIPSAS) fundada en Estrasburgo en 1962.

Hoy por hoy la Masonería francesa ha avanzado mucho, ha sido líder en el desarrollo de nuestra Institución, y en especial el Gran Oriente de Francia que, con sus planteamientos filosóficos y sus teorías revolucionarias, así estemos o no de acuerdo con ellas, le ha dado un giro de ciento ochenta grados a nuestra Orden que nos pone, más de una vez, a reflexionar sobre nuestro deber ser.


Principios del Gran Oriente de Francia

El G. O. F. es una asociación que está fundamentada por dos grandes principios aparentemente contradictorios: el respeto de una Tradición heredada de los fundadores de la Francmasonería y la búsqueda de progreso para el mejoramiento del Hombre y de la Sociedad.

El respeto de la tradición es lo que hace de la Francmasonería y del Gran Oriente Francés en particular, una sociedad iniciática. Dentro de las Logias Masónicas, los rituales y símbolos son utilizados en el desarrollo de las reuniones y en el progreso personal de los Francmasones al ingresar al seno de la asociación. Los más conocidos de esos símbolos son los tres puntos, la escuadra y el compás. Su significación filosófica y moral no sería revelada sin alterar su esencia; es la sola significación del secreto Masónico.

La búsqueda del progreso ha sido siempre para los Francmasones del G. O. F. un motor en sus reflexiones y sus acciones, al punto que es parte de la Tradición de la Obediencia. Ellos dicen ser los herederos de los hombres y de las mujeres que, a su manera, han propendido por mejoramiento de la Humanidad: Voltaire, La Fayette, Garibaldi, Auguste Blanqui, Victor Schoelcher, el emir Abd El-Kader, Louise Michel, Bakounine, Jean Zay, Félix Eboué, Pierre Brossolette y tantos otros de los cuales están satisfechos de saber que han enriquecido sus Logias con su presencia. Es por esto que el G. O. F. es un vehemente defensor de los principios contenidos en su divisa que es la misma de la República: "Libertad, igualdad, fraternidad". Asimismo es por ello que el G. O. F. está siempre ligado a la libertad absoluta de conciencia que es garantía para las instituciones laicas. Y, es por ello que el Gran Oriente de Francia se opone escrupulosamente al racismo y a los enemigos de la democracia.

¿Cuál es la diferencia entre el Gran Oriente de Francia y las otras Obediencias?

El G. O. F. es la más antigua y la más importante obediencia de Europa continental, nacida con ese nombre, como ya lo hemos expresado, en 1773 de la reestructuración de la primera Gran Logia francesa de 1728. Se trata de una federación formada, según los datos publicados en su Web oficial, por unos 47.000 miembros agrupados en 1.050 Logias distribuidas en trece regiones del territorio francés y en los departamentos y territorios de ultramar. Posee además numerosas Logias en los países extranjeros donde representa a la Francmasonería liberal, como en los Estados Unidos, Canadá, Alemania, Inglaterra, España, Italia, Polonia, etc.

Es interesante anotar que el G. O. F. es una federación de Logias, y no una asociación de hermanos. Cada francmasón es integrante de una Logia que, a su vez, está afiliada a la Obediencia. La base del ejercicio de las funciones, en el interior de la Logia y al nivel nacional de la Obediencia, es la elección. Tanto las Logias como la Obediencia funcionan de manera totalmente democrática. Además, suele ser considerado como el principal referente mundial de la corriente Masónica que se denomina «liberal» o «adogmática», para distinguirla de la que rechaza la presencia de mujeres en la Masonería.

Exponiendo todas las consecuencias del principio de la libertad absoluta de conciencia universal, el G. O. F., deja libre, por una parte, a sus Logias de invocar o no al G.•. A.•. D.•. U.•. (como principio no dogmático) y, de otra parte, acepta a las Hermanas visitantes.

El Gran Oriente de Francia es el regulador de los Ritos que históricamente nacieron en su seno. Por ejemplo, en marzo de 2001 se manejaban las siguientes estadísticas: Rito Francés (840 LLog.•.) mayoritaria, hereditaria directa de los usos más antiguos dentro de sus variantes tradicionales o modernizadas; Rito Escocés Antiguo y Aceptado (110 LLog.•.); Rito Escocés Rectificado (45LLog.•.) y Rito Memphis-Misraim (10 LLog.•.).

El G. O. F., asume y garantiza una multisecularidad apreciablemente universal a través de las numerosas acciones relativas a la preservación y valorización de la memoria y el patrimonio Masónico (biblioteca-museo), pero a través de la fidelidad y la herencia republicana. Armado de ese pasado y de esos mismos valores, resueltamente se vuelve hacia el porvenir, gran escuela del hombre para la construcción, tanto del Templo interior como del Templo Universal, dentro de una sociedad más justa, fraterna e ilustrada.

¿Por qué no la mixticidad o mixtura?

Efectivamente, el G. O. F. es una Obediencia Masónica masculina. Esto significa que sólo los hombres pueden ser miembros de esa Potencia Masónica. Sin embargo las Logias de esta Institución Masónica, tienen la facultad de recibir libremente mujeres, miembros de obediencias Masónicas femeninas (como la Gran Logia Femenina de Francia, por ejemplo) o mixtas (como el Derecho Humano, la Gran Logia Mixta Universal o la Gran Logia Mixta de Francia) para participar en sus trabajos en total igualdad de derechos que los hombres. Así éstas aportan en los debates sus puntos de vista y su sensibilidad.

Es importante saber que las reuniones en los Talleres son reglamentadas por unos rituales o métodos simbólicos que despiertan la emoción y la perceptibilidad de los participantes. Por tal motivo algunos HH.•. rehúsan a que ese aspecto de su personalidad sea revelado en presencia de mujeres.

Para su perfeccionamiento personal, el Francmasón dispone de un método de aprendizaje basado en el razonamiento que se asemeja al método analógico y que recurre a la interpretación de los símbolos. Los símbolos que utiliza son las herramientas de sus predecesores, los Masones Constructores: la escuadra y el compás, y el progreso se realiza según la organización de éstos últimos: Aprendices, Compañeros y Maestros Masones.

Para trabajar en pos del perfeccionamiento de la sociedad, las Logias del G. O. F. estudian todos los años diferentes temas de actualidad, asuntos sociales o económicas, escogidas por la Asamblea General Anual (el Convento), de las cuales se realiza una síntesis para el Convento del año siguiente.

El hecho que el G. O. F. sea una obediencia masculina no significa que “niegue la mitad de la humanidad”. Estos HH.•. se sienten orgullosos de poder afirmar que, han luchado por la emancipación de la mujer –contracepción, igualdad de trabajo y de la participación en política, defensa de las mujeres argelinas, etc.–

¿Por qué la laicidad y la libertad?

El G. O. F. ejerce el laicismo como principio de una Masonería liberal que defiende la independencia de la sociedad y el Estado de toda influencia eclesiástica. Es por esto, que al otro lado de la Mancha o del Atlántico no son bien recibidos por las Grandes Logias Anglosajonas, y porque, además, en 1877, decidieron no hacer más referencia al A.•. G.•. A.•. D.•. U.•., debido a su concepción de lo que es la verdadera libertad. Esta idea, muy natural por cierto, les ha conducido a defender la República porque ella es el único régimen que permite la mejor expresión posible del ciudadano.

Es valioso conocer también que estos HH.•. practican el laicismo, no por ateismo, ni por el hecho de desear combatir una que otra religión, sino porque consideran que cada cual debe ser libre de creer o no creer, de practicar el culto de su afecto natural o de no practicar ninguno. Por tanto, podemos señalar que el G. O. F. es una obediencia Masónica adogmática que enaltece, como ya lo hemos expresado, la libertad absoluta de conciencia. Claro está, ellos rechazan todo integrismo y todas las sectas porque no admiten ninguna creencia impuesta y porque renuncian a cualquier forma de equivocaciones.

Como podemos ver, los Francmasones del G. O. F., rompieron con las viejas concepciones que la vida en sociedad nos ha, más o menos, impuesto y las nuevas ideas que son de naturaleza para transformar el individuo.

Referencias Bibliográficas